Lluvia de ideas: no hay errores explorando caminos nuevos

Lluvia de ideas: no hay errores explorando caminos nuevos
Franz De Paula

Franz De Paula

Creatividad

Todos somos adictos a la estimulación. Esta condición nos ha impulsado a explorar los rincones de nuestro mundo, de nuestro espacio y de nuestro tiempo, y a repensar nuestra forma de comprender la realidad y a nosotros mismos. Las ideas son la corriente sanguínea de la creatividad, y una lluvia de ideas es un método para generarlas. El juego consiste en saber cómo estimular tu mente. La creatividad, pues, se trata en gran medida de estimulación.

Como herramienta creativa, la lluvia de ideas fue concebida en 1919 por el publicista neoyorquino Alex Faickney Osborn (1888-1966), y consiste en juntar las ideas aportadas espontáneamente por los miembros de un grupo de personas que tienen como regla principal no discutir. Con este sencillo paso, logró transformar la forma en que la creatividad humana influye en nuestro interior y en nuestro exterior.

Suele pensarse que una dinámica para generar ideas debe ser conducida con varias personas más, pero no necesariamente ha de ser así. Existen métodos que detonan procesos de pensamiento creativo muy efectivos y que funcionan no sólo en grupo, sino también de forma individual. Todos parten de la misma premisa, la ecuación misma de la creatividad: un problema más un estímulo puede producir una idea. Cuando combinas un estímulo —que puede ser cualquier cosa— con un problema, la disonancia que creará en tu cabeza la unión de dos conceptos ajenos entre sí sacará a tu mente de su cómoda postura y la forzará a pensar en algo diferente. El conflicto nutre la creatividad.

La mejor forma de empezar es definiendo el problema. Comienza por tratar de definirlo de diferentes formas. Di lo mismo pero con palabras distintas, descríbelo desde otros puntos de vista. Escribe lo que significaría solucionarlo y lo que implicaría no solucionarlo. Entonces, lo que sigue es encontrar un estímulo totalmente arbitrario. Sólo mira a tu alrededor, cualquier cosa puede funcionar; si no funciona, la ventaja es que hay más estímulos cerca de ti. Ahora confronta el problema con el estímulo y nota qué ideas produce el choque. Suena sencillo porque lo es, al igual que efectivo. Esto se llama bisociación; término acuñado por el escritor, historiador y filósofo húngaro Arthur Koestler (1905-1983) en su libro El acto de la creación (1964), en donde explica su principio de asociación forzada: la creatividad como conexión entre dos puntos de referencia ajenos, una combinación nueva entre dos elementos aparentemente desconectados.

Un ejemplo de esto sería el siguiente problema: cómo hacer que las plantas crezcan en suelos contaminados. Si lo primero que ves es un encendedor, el estímulo podría ser el fuego. Una posible idea sería hacer una fogata en un pozo para quemar la tierra contaminada y luego sembrar las raíces de la planta en las cenizas mojadas. El desafío entre dos conceptos independientes puede generar una idea con el potencial de transformar la realidad.

Las lluvias de ideas, sobre todo las grupales, parten de ciertos principios muy claros: a) no hay crítica, evaluación o debate; b) no se juzga, sólo se aporta; c) es preferible la cantidad a la calidad; d) todas las ideas absurdas y disparatadas son bienvenidas; e) se alienta la reacción en cadena de una idea como estímulo para la siguiente; y f) se exhorta la combinación y mutación entre las ideas existentes para generar otras nuevas que puedan funcionar. Cada idea es registrada y se da seguimiento al tren de ideas, y el registro puede ser escrito, dibujado o en forma de mapa mental. Esta dinámica detona el pensamiento libre de cada participante de la sesión, en un proceso que le permite escapar momentáneamente de sus propias estructuras individuales de pensamiento. Todos necesitamos un poco de locura, una ruptura eventual de cordura para sentir el vértigo de la libertad en la cara. Todo gran avance en la historia proviene de una idea temeraria.

Un ejemplo de una lluvia de ideas grupal sería el problema cómo reducir el tráfico. Las aportaciones se sucederían una tras otra; la persona 1 (p1): menos coches; p2: menos gente; p3: educar a la gente; p4: educar más a los automovilistas; p5: obligarlos a ser más cuidadosos; p6: un policía en cada esquina; p7: cámaras en cada esquina; p8: cámaras en cada coche; y así sucesivamente.

Otra poderosa técnica para generar ideas a nivel grupal es conocida como “Los seis sombreros para pensar”, concepto creado en 1985 por el escritor y psicólogo maltés Edward de Bono (1933-). El separar los razonamientos en seis áreas laterales o paralelas permite que una gama de pensamientos —desde el sentimiento visceral hasta la postura analítica— sean discutidos por separado. Ocupando estos seis tipos de pensamiento de forma estructurada, un grupo de personas puede abordar más eficazmente la solución de un problema: el sombrero azul es el que dirige a todos y controla el proceso; el sombrero blanco se basa exclusivamente en los hechos y cifras; el sombrero verde busca caminos nuevos y alternativas y piensa de forma lateral o divergente; el sombrero rojo considera los sentimientos y las emociones; el sombrero amarillo explora el valor, los beneficios y el aspecto positivo del asunto en cuestión; y el sombrero negro es crítico, busca obstáculos y los posibles problemas, juega el papel del abogado del Diablo —término que se le da a una persona que propone una causa opuesta o impopular, en beneficio del debate o para exponerlo a un análisis más detallado.

Un ejemplo de una lluvia de ideas con estos seis sombreros para pensar sería el siguiente: sombrero blanco (hechos): “hay ruido, el público habla al mismo tiempo que el expositor habla”; sombrero rojo (emociones): “el expositor puede sentirse ofendido”; sombrero negro (juicio negativo-constructivo): “se malgasta el tiempo”; sombrero amarillo (lado positivo): “puede ser interesante, todos tienen derecho a opinar”; sombrero verde (alternativas): “la gente debería darse cuenta que puede hablar en otro momento y el expositor debería proporcionar unos minutos para que la gente hable”; sombrero azul (control): “que la gente se percate que puede obstaculizar el aprendizaje de otros individuos y que el expositor aprenda a monitorear el tiempo durante el que habla en sus presentaciones”.

La creatividad inspira, se nutre de todo y se propaga. Las ideas esculpen el rumbo de la historia y diseñan la metamorfosis evolutiva de nuestra inteligencia. La profundidad de nuestra mente determina la dimensión de nuestros pensamientos. La generación de ideas es la brújula de nuestro espíritu creativo. No hay que conformarnos. El mapa con el que crecimos no es el único territorio. La lluvia de ideas es un pretexto para hidratar nuestra percepción, liberarnos del tedio y transformar en un sentido constructivo nuestra realidad; justo de eso se trata este gran juego. No hay errores si exploramos caminos nuevos. Tenemos la perfecta coartada: la curiosidad. Como alguna vez dijo un hombre muy inteligente: “La imaginación es más importante que el conocimiento”.

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