Una frase popular afirma que leer libros y coleccionar libros son dos pasatiempos distintos. Y, como lectora, uno de mis sueños es tener una biblioteca con todos los libros que he disfrutado y, por supuesto, mis libros favoritos. De inicio, no parece un sueño inalcanzable; el único inconveniente son los altos precios de algunos libros si los adquieres nuevos. Por fortuna, existen las bibliotecas, los bazares y las librerías de segunda mano, donde podemos encontrar libros antiguos, raros o descontinuados en buen estado y, lo mejor, a un precio reducido. Pero, al comprar un libro usado, ¿me expongo a contagiarme de alguna enfermedad?
En cuanto a comprar libros usados, hay opiniones divididas: unos argumentan, por ejemplo, que al reutilizar un volumen que otra persona desechó “salvas algunos árboles” que se usarían para fabricar más papel, mientras que otros objetan que así no se beneficia al autor, pues éste no recibe regalías de las ventas de segunda mano; pero, mientras analizaba ambas posturas, una de las desventajas atrapó mi atención: los libros usados tienen una mayor carga de microorganismos, la cual podría tener efectos negativos al entrar en contacto con el resto de mis libros y hasta afectar mi salud o la de otros lectores. ¿Qué tan cierto será eso?
El buen estado y la cantidad de microorganismos presentes en un libro usado depende de sus condiciones de almacenamiento y de los materiales usados en su fabricación: papel, tela, pegamento, plástico, etc. Desde luego, los libros no son objetos estériles, pero tampoco lo son la gran mayoría de las superficies que tocamos todos los días; así, además de bacterias, hongos y virus, un libro viejo pueden albergar incluso a insectos como el Lepisma saccharina o pececillo de plata, que se alimenta de la celulosa y del almidón presentes en el papel.
Ahora bien, sin un microscopio o material para realizar cultivos sería difícil identificar a las bacterias y los virus presentes en los libros; pero, en el caso de los hongos y los insectos, es fácil localizar a simple vista signos de deterioro asociados con éstos: pigmentación oscura en las páginas debida a la contaminación con hongos —en inglés a este fenómeno se le llama foxing—, o agujeros y hojas carcomidas por la presencia de insectos devoradores de libros.
Estas son, sin duda, situaciones indeseables en los libros que queremos añadir a nuestra colección, pero aún queda la duda de si los microorganismos presentes en ellos pueden enfermarnos; y la respuesta es sí, aunque es poco probable. Las afecciones más frecuentes derivadas del contacto con un libro antiguo que pasó por dudosas condiciones de almacenamiento son las respiratorias, como el asma, la rinitis y las alergias, debidas a la presencia de esporas de hongos como el Cladosporium sp., además de irritación ocular y dermatitis.[1]
A diferencia de los hongos y las esporas, que pueden vivir en los libros por periodos largos, la permanencia de los virus es de sólo algunos días; sin embargo, debido a la pandemia de Covid-19 este evento adquirió mayor relevancia por la amplia difusión que se dio a las medidas de higiene para prevenir y disminuir los contagios.
En las bibliotecas, tiendas de libros nuevos y librerías de segunda mano, las alertas se encendieron: en las primeras, donde un mismo libro pasa de mano en mano por muchos lectores, se determinó que no era posible usar limpiadores y desinfectantes en los libros sin dañarlos; por ello, la mejor solución para evitar contagios con los libros como vehículo fue ponerlos en cuarentena durante catorce días, así como reforzar las prácticas de higiene en usuarios, trabajadores e instalaciones.[3]
En conclusión, es poco probable que un libro de la biblioteca o de segunda mano te contagie de una enfermedad, pero no hay que descartar las alergias o que el libro esté contaminado con hongos o insectos devoradores de libros que puedan hacer mella tu biblioteca; por eso, antes de comprarlos, revisa con cuidado los volúmenes y asegúrate de que no haya signos de contaminación.
Por último, para evitar que los microorganismos proliferen en los libros de tu biblioteca casera, cada semana o quincena realiza limpiezas en seco con un paño limpio o una brocha, y procura mantenerlos en zonas libres de humedad —para evitar la proliferación de hongos— y fuera del alcance de los insectos.
[1] Moctezuma Zárate, M. D., Enríquez Domínguez, E., Ramírez Mateos, P., Acosta Rodríguez, I., Cárdenas González, J. F., & Fragoso Morales, L. E. (2015). “Aislamiento de hongos alergenos en una biblioteca universitaria”, Acta Universitaria, 25(1), 32-38. https://www.redalyc.org/pdf/416/41641037006.pdf