Tengo que admitirlo: desde pequeño he sentido una enorme admiración por los distintos pueblos que conformaron lo que hoy conocemos como la Antigua Grecia. Bendecidos con una tierra fértil y bañados por el tibio Mar Mediterráneo, los griegos de los siglos VI al III a.C. tuvieron el tiempo para escudriñar su mundo y hacerse preguntas sobre la naturaleza del universo en busca de las leyes que lo rigen —con lo cual nacieron los primeros científicos—, así como sobre las raíces de la existencia misma, con ideas que sentaron las bases de la filosofía occidental.
Podría destacar las maravillas de la arquitectura griega, de sus guerras de epopeya o de su fascinante mitología. Pero, en esta ocasión, me enfocaré en los veinte filósofos y científicos más brillantes de la Antigua Grecia, entre los que se cuentan matemáticos, geómetras, naturalistas y astrónomos. Van en estricto orden alfabético y, por su número, divididos en dos partes:
Anaxágoras de Clazomene
(ca. 500-428 a.C.)
Fue un filósofo presocrático que introdujo la noción del nous, una unidad de inteligencia que es principio de movimiento y de orden, simple en sí mismo y con dos atributos: el conocimiento y el movimiento. Para Anaxágoras, el orden no es un efecto de la casualidad o de acción espontánea de la naturaleza material, sino que tiene su causa en la existencia de un principio inteligente, distinto del mundo exterior.
Anaximandro
(ca. 610-546 a.C.)
Otro filósofo presocrático, que fue alumno de Tales de Mileto. Se le conoce por una única obra, Sobre la naturaleza, la cual se perdió y cuyo contenido ha llegado parcialmente a nosotros gracias a comentarios y citas de otros filósofos. Se le considera el primer naturalista, pues impuso un cambio de paradigma en el conocimiento al adoptar una investigación racional de los fenómenos de la naturaleza; se le atribuye un mapa terrestre en el que la Tierra es cilíndrica, la medición de los equinoccios y solsticios, y unos primeros intentos de calcular la distancia y la magnitud de las estrellas.
Aristarco de Samos
(ca. 310-230 a.C.)
Fue un astrónomo y matemático nacido en la isla de Samos. Su aportación a la astronomía fue determinante, pero desestimada durante muchos siglos: fue la primera persona conocida en proponer el modelo heliocéntrico del Sistema Solar, colocando al Sol y no a la Tierra en el centro. Además, calculó la distancia entre el astro rey y nuestro planeta, así como el tamaño de la estrella. Se cree que la mayor parte de su obra se perdió en los incendios de la Biblioteca de Alejandría, y sólo fueron referidos siglos más tarde por Arquímedes y Plutarco.
Aristóteles
(384-322 a.C.)
Junto con Sócrates y Platón, se le considera uno de los padres de la filosofía occidental. Filósofo, polímata y científico nacido en Estagira, sus cerca de doscientos escritos abarcaron prácticamente todas las ramas del saber humano, desde las ciencias naturales hasta las matemáticas, la estética, la ciencia política, la ética y la metafísica. Sus ideas han tenido una enorme influencia en el pensamiento occidental durante más de dos milenios y, en contraste con Platón, estableció una escuela donde la experiencia, y no las ideas, es la base del conocimiento.
Arquímedes de Siracusa
(287-212)
Fue un formidable matemático, geómetra, físico, ingeniero e inventor. Se conocen pocos detalles de su vida, pero se le considera uno de los primeros científicos de la Antigüedad y creador de invenciones que aprovechaban los principios de la mecánica, la óptica y la hidrostática, a veces con fines bélicos para defender la isla de los asedios extranjeros. Entre otros hitos matemáticos, enunció el principio que lleva su nombre y dio una aproximación muy precisa del número pi. Según la leyenda, fue asesinado por un soldado romano durante el sitio de Siracusa —a pesar de que había instrucciones de capturarlo con vida— porque se negó a rendirse sin antes resolver un problema de geometría.
Claudio Ptolomeo
(ca. 100-170 d.C.)
No hay que confundirlo con el mítico rey de Tebas del mismo nombre ni con ninguno de los faraones egipcios de la llamada dinastía ptolemaica. En cambio, este astrónomo, físico, químico, geógrafo y matemático trabajó en Alejandría y, aunque se presume que era ciudadano romano, étnicamente era griego, escribía en esa lengua y se basaba en los textos de los antiguos griegos para sus estudios. Sus obras principales son tres: Almagesto, un tratado astronómico con el catálogo estelar más completo de la Antigüedad; Geographia, un atlas que incluye un tratado sobre cartografía y condensa el conocimiento geográfico del Imperio hasta ese momento; y el Tetrabiblos, un tratado sobre astrología.
Demócrito de Abdera
(460-370 a.C.)
Filósofo creador de la teoría del atomismo, la cual afirma que el universo está conformado por pequeñas unidades indivisibles llamadas átomos —palabra griega que en origen significa “que no se puede cortar”— y por el vacío que se encuentra entre ellos; por ello, se le considera el primer físico teórico de la historia occidental. A menudo es llamado “el filósofo risueño”, pues solía reírse de la ignorancia del mundo y consideraba a la alegría como el propósito de la vida.
Diógenes de Sinope
(ca. 400-323 a.C.)
Filósofo a quien también se le llama “Diógenes el perro” o “el cínico”, por su adhesión a la escuela cínica, la cual afirmaba que la civilización era perniciosa y proponía una vida más simple, apegada a la naturaleza y que despreciara las preocupaciones y riquezas materiales. Fue exiliado de su ciudad natal y migró a Atenas, donde vivió como un vagabundo, en condiciones de miseria —de ahí el síndrome con su nombre, el cual afecta a ancianos que dejan de practicar el aseo personal— y caminando por las calles con una lámpara con la que decía estar “buscando a hombres honestos”.
Empédocles de Agrigento
(495-435 a.C.)
Sí, tiene un nombre que da risa, pero este filósofo presocrático fue el que propuso la teoría de los cuatro elementos —agua, tierra, viento y fuego—, los cuales están en constante movimiento, mezclándose, atrayéndose y rechazándose debido a las fuerzas del Amor y del Odio —o sea, atracción y repulsión—, las cuales consideraba primarias dentro del ciclo cósmico. Esta teoría permanece hasta nuestros días en el inconsciente colectivo occidental.
Epicuro de Samos
(341-270/271 a.C.)
Este filósofo creó la escuela que lleva su nombre, el epicureísmo, que propone el hedonismo racional: la búsqueda del placer a través de una vida simple, modesta, tranquila, sostenible y libre de miedo y dolor, un estado imperturbable llamado ataraxia. En su obra De rerum natura, una de las pocas que sobreviven, expone los principios de su doctrina en torno al atomismo, la mente y el alma, la sensación y el pensamiento, el mundo, el universo y sus fenómenos. Epicuro enseñaba en una escuela abierta que denominaba El Jardín, donde eran bienvenidos incluso los esclavos y las prostitutas.