Motivación, ¿realmente es necesaria para lograr tus metas?

Motivación, ¿realmente es necesaria para lograr tus metas?
Rafael Pérez-Vázquez

Rafael Pérez-Vázquez

Motivación es una palabra que se escucha con frecuencia en el deporte, el emprendedurismo empresarial, la academia, los negocios y en cualquier otro ámbito que implique competencia y un gran esfuerzo para destacar o lograr una meta. Aunque a menudo se equipara con virtudes como la determinación o la convicción, el diccionario la define como el “conjunto de factores internos o externos que determinan, en parte, las acciones de una persona”; y en ese sentido, cabe preguntarse cómo influye la motivación en tus logros y qué tan necesario es estar motivado para alcanzarlos.

Un estudio publicado recientemente en la revista científica Psychological Science arroja luz sobre el tema, distinguiendo primero entre dos tipos de motivación: la intrínseca y la extrínseca. La diferencia es muy simple: la primera proviene del interior e implica cómo te sientes acerca de las acciones necesarias para alcanzar una meta; la motivación extrínseca, en cambio, se inspira en fuerzas externas —otras personas o recompensas, quizás— y tiene que ver con cómo te sientes cuando cumples tu objetivo.

Poniendo un ejemplo, levantar pesas a diario porque disfrutas del ejercicio es una motivación intrínseca, mientras que hacerlo porque quieres lucir un cuerpo atractivo es una motivación extrínseca. Y contestando la pregunta que da título a este artículo, el tipo de motivación que te impulsa a imponerte una meta es lo que determina, en gran medida, las probabilidades de éxito que tendrás.

Motivación intrínseca

Veamos: en el estudio, se dio seguimiento a un grupo de personas que había decidido caminar con más frecuencia, midiendo el aumento en el número de pasos durante un período de dos semanas; antes de ello, evaluaron la intensidad con que las personas deseaban hacerlo por razones intrínsecas —es decir, porque disfrutaban caminar— versus las extrínsecas —porque beneficiaría su salud—. Luego, usando una aplicación midieron el número de pasos que dieron las personas en las dos semanas anteriores y posteriores al inicio del estudio.

Los hallazgos fueron contundentes: aunque en general las personas tenían una motivación extrínseca más fuerte que la intrínseca para desear aumentar el número de pasos, fue la intensidad de la motivación intrínseca lo que predijo el aumento real en el número de pasos dados en dicho periodo, sin importar la intensidad de la motivación extrínseca. Algo similar sucedió cuando se midieron los avances de un propósito de Año Nuevo: quienes tenían una alta motivación intrínseca y empezaron a disfrutar de ir al gimnasio, cambiar a una dieta más sana, dejar de fumar o poner en orden sus finanzas personales, tenían muchas más probabilidades de alcanzar el objetivo final que quienes realizaban estas actividades solo porque eran un medio para alcanzar esa meta ulterior.

Estudiando el fenómeno vemos que, cuando te fijas una meta importante, lo más probable es que lo estés haciendo porque las acciones que necesitas llevar a cabo tendrán un efecto positivo a largo plazo, quizás haciéndote más saludable, más rico o más exitoso; sin embargo, la probabilidad de que alcances tu meta no es muy alta, pues está impulsada por esas motivaciones extrínsecas. En cambio, de forma natural uno persiste en los comportamientos que disfruta, aun cuando no brinden un beneficio positivo a mediano o largo plazo.

Una meta a largo plazo se alcanza con formas útiles y divertidas

Lo que esta investigación sugiere, entonces, es que si deseas alcanzar una meta a largo plazo, lo más recomendable es buscar maneras de lograrla que, además de útiles, también te resulten divertidas o placenteras. De esa manera, no tendrás que buscar constantemente maneras de “motivarte” o convencerte de hacer algo que realmente no disfrutas para lograr algo que te importa.

A veces ciertas personas que desean ejercitarse me preguntan de dónde saco la energía o la motivación para levantarme todos los días a las cinco y media de la mañana y correr mis rigurosos cinco kilómetros. Y la respuesta siempre es la misma: si en verdad deseas movilizar tu cuerpo, no trates de imponerte la disciplina de la “desmañanada”, del gimnasio o de la corrida, porque claudicarás en cuanto mengüe tu impulso inicial; en lugar de eso, encuentra un deporte que en verdad disfrutes —es decir, halla tu motivación intrínseca— y, como decía la Biblia… el resto se te dará por añadidura.

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