Narices electrónicas: en busca del olfato perdido

Narices electrónicas: en busca del olfato perdido
Sofía Reyes

Sofía Reyes

Creatividad

En 1984, el escritor alemán Patrick Süskind publicó El perfume, una novela que con minuciosas descripciones cuenta la tortuosa vida del asesino serial Jean-Baptiste Grenouille, cuyo exacerbado sentido del olfato lo condena a una vida en la que los olores lo atormentan y asquean día tras día; y en este 2022 podríamos escribir la historia de un hombre aquejado por el padecimiento contrario: la pérdida del olfato, que recibe el nombre de anosmia, una secuela común del Covid-19, o bien debida a un traumatismo cerebral —o a la simple y pura vejez.

Y es que perder el olfato, ahora lo sabemos, implica un problema que va más allá de simplemente ver desaparecido el placer inmediato que obtenemos de ciertos olores y de la influencia que estos tienen sobre la forma en que percibimos los sabores: también es un sentido que nos advierte si hay una fuga de gas, si algo se está incendiado o si estamos por comernos algo que ya se pudrió. Dejar de oler no es sólo perdernos del mundo de los perfumes: la anosmia pone en peligro la vida y, a decir de quienes la han sufrido, también hace que pierdas las ganas de vivirla.

Antes de 2020, la anosmia era un tema sobre el que existían pocas investigaciones; ahora, la pandemia ha generado un sentimiento de urgencia alrededor del padecimiento: no sólo se trata de saber por qué un virus puede dejar a la nariz sin olfato, sino también de descubrir los modos y procedimientos para recobrarlo y, en el trágico caso de que la pérdida sea permanente, las herramientas que pueden auxiliarnos en la vida cotidiana.

La anosmia era un tema sobre el que existían pocas investigaciones

El olfato es muy particular, pues es el único sentido que funciona con neuronas que captan los estímulos del exterior y se conectan directamente al sistema nervioso central; cuando llegan ahí, estimulan la corteza olfativa, que incluyen la amígdala, la corteza piriforme y la corteza entorrinal. Se cree que esta conexión directa otorga al olfato la capacidad única de evocar recuerdos vívidos a partir de un olor. Aunque se han estudiado poco las señales olfativas, está claro que una “buena nariz” tiene receptores llamados odorantes que pueden potencializarse con otros hasta combinaciones incontables.

Para combatir los efectos de la anosmia se ha desarrollado un entrenamiento olfativo y, también, se han explorado técnicas para reparar los tejidos olfativos dañados. Pero el avance más sorprendente en este campo es el desarrollo de implantes olfativos que “rodean” o hacen un bypass al sistema olfatorio periférico y estimulan directamente al cerebro. Aunque el proyecto está en etapas muy tempranas, ya existe una patente, se fabricó un prototipo y hay estudios preliminarles que lo avalan.

El avance más sorprendente es el desarrollo de implantes olfativos

La idea de usar un implante electrónico para restaurar un sentido no es nueva: desde hace décadas se han empleado con éxito implantes cocleares que estimulan el nervio auditivo para aliviar a pacientes con sordera. Aun así, lo que más preocupa a los investigadores es que la “nariz electrónica” resulte lo suficientemente segura como para estimular regiones centrales del cerebro, así como el posible riesgo de infección en el momento de la intervención quirúrgica.

Otro proyecto, financiado por la Unión Europea, recibe el nombre de ROSE, una abreviación en inglés de Restoring Odorant Detection and Recognition in Smell Deficits o “Restauración de la detección y del reconocimiento olfativos en déficits pequeños”; su objetivo es crear sensores y estimuladores miniaturizados que pueden ser injertados y probados en pacientes con anosmia, a través de la colocación de electrodos bajo el bulbo olfativo.

Aunque el camino para poder adquirir una “nariz de repuesto” no está a la vuelta de la esquina, el reciente interés en la anosmia ha atraído a más inversionistas a este campo de estudio. Y ha habido avances: ahora existen narices electrónicas que pueden identificar de tres a cinco olores, y se cree que en un par de años el progreso tecnológico puede ser sorprendente…

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