Hace poco di mi brazo a torcer y empecé a usar a la DJ virtual de Spotify, una IA llamada Livi que te saluda, prepara bloques musicales basados en tus preferencias y te recomienda artistas nuevos. Luego de media década de escuchar canción tras canción sin pausa, confieso que resultó agradable sentirme “acompañado” por una voz cálida y entusiasta… aunque sea sintética y siga sin entender que detesto la música de banda y el reguetón. Como sea, esta experiencia me hizo preguntarme qué sucede con las actuales apps de novias y novios virtuales que trabajan con inteligencia artificial.
Pero antes de entrar en materia, un poco de contexto: todos sabemos que lo que va de la década ha sido marcado de forma definitiva por la pandemia que asoló al mundo de 2020 a 2023, más o menos, y que obligó al aislamiento social y a la adopción del trabajo remoto o home office en muchos países, compañías e instituciones. Este hecho, aunado al duelo por los millones de muertes recientes, configura un panorama en el que numerosos individuos aún no logran reconstruir o restablecer entornos sociales y de relaciones personales.
Lo anterior, junto con la avasallante popularización de los smartphones y de las apps para todo y casi todo el tiempo, así como la oferta reciente de IA en productos de consumo, hace relevantes a las aplicaciones que ofrecen acompañamiento virtual de una mujer o un hombre sensibles y atractivos, confeccionados a la medida de nuestros gustos y de nuestras necesidades físicas y emocionales: un poco como Joi, la virtual girfriend que Ana de Armas encarnó en Blade Runner 2049.
Así, en pocas palabras, los novios y las novias virtuales son compañeros digitales que utilizan IA para simular una relación romántica. Estas apps emplean procesamiento de lenguaje natural (NLP) y algoritmos de aprendizaje automático para comprender y responder a las preguntas y peticiones de los usuarios, creando una experiencia personalizada para cada uno.
Casi todas las apps tienen un modo gratuito y un periodo de prueba en el que, a partir de tus gustos, configuras a tu “media naranja” digital: tono de piel, complexión, edad, corte y color de pelo, rasgos de personalidad, vestimenta y hasta preferencias sexuales; incluso si lo que te “prende” son los personajes de caricatura, puedes elegir entre una pareja realista o una anime; después, dependiendo de cuál app elijas, la interacción con tu pareja se dará a través de ventanas de chat en las que tu novio o novia irá conociéndote y podrá fungir el rol de amigo con IA, pareja romántica, novio formal o de cónyuge virtual. En este rubro, destacan Soulgen, Replika, GirfriendGPT —que usa el chatbot de la muy popular ChatGPT— y HeraHaven AI, la única app que te deja practicar el poliamor y tener varias parejas al mismo tiempo.
Ahora, si ya entraste en confianza y quieres llevar tu romance “al siguiente nivel”, también se puede. Apps como Muah.AI, Candy.AI o DreamGF ofrecen la opción —tanto en hombres como en mujeres y me imagino que también habrá diversidad sexual— de chats candentes, sexting, citas virtuales y generación de imágenes explícitas o NSFW —por las siglas de not safe for work o “no seguras para ver en el trabajo”— con las que la sensación de intimidad es mucho más profunda. Desde luego, esto tiene un costo, que va de los 20 a los 40 dólares mensuales, y siempre está el riesgo de las filtraciones de privacidad.
Entre los atractivos que atraen a los usuarios de estas apps, un artículo de la red social profesional LinkedIn cita: “experiencias a la medida específica de tus gustos, en un ambiente seguro para experimentar y ejercitar tus habilidades sociales o románticas; disponibilidad 24/7, ideal para gente ocupada o con un rango de interacción social limitado; reducción de la sensación de soledad —como me pasa con la voz de DJ Livi— sin riesgo emocional de que te rechacen, te usen, seas un punching bag emocional, te pongan el cuerno o te rompan el corazón”.
Todo suena muy bien, pero yo me pregunto: ¿acaso no son estas experiencias reales, duras y dolorosas las que forjan nuestro carácter y personalidad, nos permiten aprender sobre la condición humana y nos dan herramientas y conocimientos para construir cierta inteligencia emocional?
El cambio es imparable y lo más probable es que estas tecnologías lleguen también a la realidad virtual y pronto habrá usuarios interactuando en todos los niveles con una pareja digital a través de un visor VR. Será interesante ver el impacto social y psicológico que esto tendrá en la salud pública, pues si contamos con la opción de crear “gente” para que nos complazca hasta en el más mínimo detalle, ¿cuál será el incentivo para tratar —o tolerar— a seres humanos análogos con cicatrices, arrugas, mal aliento, intereses ajenos a los nuestros, miedos y defectos de personalidad?