Es tan difícil cuando tengo que hacer algo y tan fácil cuando quiero.
Annie Gottlieb
Las palabras pueden ser hermosas pero, si no están sostenidas por algo concreto, se las lleva el viento. La única forma de hacer que perduren es dejándolas por escrito o traduciéndolas en acciones significativas. Si escribes un libro con un mensaje honesto y poderoso, o ejecutas una acción innovadora, entonces, en tu propia escala, estás transformando la realidad. De eso se trata: no basta decir, hay que demostrar. De nada sirve pensar diferente o hablar bonito, si al final no lo haces real.
La vida es incierta, nada es más cierto que eso. Por ello, no podemos esperar a sentirnos seguros para hacer las cosas. Partiendo del hecho indiscutible de que la incertidumbre es un factor ineludible de la vida, conviene aceptarla y cambiar nuestra actitud hacia ella en tiempos adversos y así adaptarnos al cambio de un modo más abierto y provechoso.
Para ello, requerimos desarrollar un conjunto especial de habilidades. Para empezar, es importante dirigir la mente: si la dejas divagar sin rienda, es probable que no llegues a ningún lado; pero si la enfocas y prestas atención a lo que sucede en tu presente, en tu contexto y en tu interior, entonces estás expandiendo tu rango de percepción. Estás siendo consciente.
Una mente enfocada puede lograr lo que sea. Alimentarnos de este tipo de atención y de todo lo que nos haga ampliar nuestra imaginación nos alentará a pensar en diferentes posibilidades, ayudándonos a adaptarnos. Enfoquémonos en las cosas que nos elevan y nos unen, no en las que nos hunden y nos dividen.
Convendría que todos desarrolláramos la habilidad de imaginar nuevas formas de colaborar, en lugar de modos para competir, sin importar si se trata de encontrar trabajo, una vacuna o vida en otros planetas. Es en estos momentos cruciales cuando todos realmente tenemos que cooperar pues, a la larga, el mundo sólo mejorará en la medida que todos, como individuos, vayamos mejorando.
Comencemos por cuestionar nuestros hábitos. Ya nos acostumbramos a vivir enchufados a una pantalla y a recibirlo todo de forma inmediata. Lo que antes era impensable, ahora lo asumimos como algo normal. Ya no podemos despegarnos. Nos vaciamos y dejamos que algo o alguien más nos programe, nos organice, nos recuerde cosas, elija por nosotros, nos diga qué es lo importante y también qué hacer. Vivimos en nuestro propio cubo de realidad controlada. Para muchas personas, esto es una cálida cobija que las abriga con una sensación de respaldo, con una ilusión de seguridad. Somos adictos a este espejismo de estabilidad porque queremos tener todo bajo control, nos da miedo hacer algo si no se nos garantiza una ganancia.
Nos gusta pensar que sabemos todo lo que pasará, lo cual nos vuelve perezosos y arrogantes. Y cuando algo falla o nos sucede algo imprevisto, decimos que no es culpa nuestra. Nos hemos vuelto dependientes del anhelo de lo previsible, porque en el fondo nos asusta intentar algo. Nos da miedo equivocarnos.
Pero nadie dijo que no podemos cometer errores. Es parte del proceso de intentar y aprender. Toda innovación es precedida por una secuencia de errores que, a la larga, se convierten en aciertos. Si todo es diferente ahora, entonces tenemos que mantener la mente abierta a la posibilidad de empezar otra vez si fuera necesario.
Piensa en qué es lo más importante que tu persona o negocio podrían estar haciendo ahora, en qué otras cosas podrían hacer y les gustaría hacer, en qué otros campos tienes talento y de qué otras formas podrías adaptar esas aptitudes a este nuevo mundo. Escribe tus estrategias alternativas en una hoja de papel; evalúalas regularmente y añade nuevas ideas.
Si eres una empresa, preocúpate primero por mejorar las condiciones humanas de tu equipo, porque de ello se deriva todo lo demás. Quedarse en el pasado no es opción: la respuesta creativa a tiempos inciertos es decir: “De acuerdo: es momento de hacer algo nuevo”. Lo importante es tomar acción. Pero si desde tu sillón te quejas del mundo y te quedas esperando a que algo o alguien venga a salvarte o a regresarte a tu vida cómoda, entonces no sólo estás perdiendo la capacidad de pensar y actuar por ti mismo: estás desapareciendo.
Necesitamos aprender a actuar sin depender de las cosas y sólo apoyándonos en ellas. Las cosas son sólo cosas y, por ello, no nos dan el impulso o la energía que necesitamos para perseguir lo que queremos. Este impulso viene del interior de cada uno de nosotros. No es la tecnología, el dinero o el poder lo que da sentido a las cosas que hacemos: el sentido lo damos nosotros.
No necesitamos nada más, realmente. Una vez que están cubiertas las necesidades básicas, cuando creemos necesitar algo es porque nos impulsa una carencia, este hueco genera dependencia y entonces la responsabilidad ya no se siente propia. En cambio, cuando preferimos algo, estamos tomando una elección; este acto de libertad refuerza nuestra autonomía, y la responsabilidad es nuestra y de nadie más.
Las palabras no pierden belleza por ser ligeras. Ellas nos inspiran y nos ayudan a darles forma a nuestras emociones, a traducir y a expresar nuestras ideas y nuestros sueños. Son el inicio real de toda transformación. Son música. Aquí comparto estas palabras por escrito, esperando tocarnos y exhortarnos a todos a traducirlas en acciones congruentes que reinventen nuestra realidad.
Las palabras son el código con el que hemos ido descifrando el universo de nuestra humanidad. Esto significa que nuestro único límite es la imaginación.