¿Te has puesto a pensar o a calcular cuánto tiempo pasas con los ojos puestos en una pantalla? Ya sea para trabajar, estudiar, entretenernos o cumplir con algún otro objetivo, nunca antes se habían consumido tantos contenidos en redes sociales, videos, apps y servicios de streaming, los cuales nos tienen ocupados desde que despertamos.
Esto ha tenido dos consecuencias evidentes: por un lado, muchas personas sienten que “no tienen tiempo libre” y, por otro, paradójicamente tantas otras son incapaces de concentrarse o de lograr sus objetivos porque procrastinan; es decir, pierden el tiempo distrayéndose con los medios digitales. En ambos casos, el resultado es una mezcla de ansiedad, frustración y fatiga mental y física, así como una disminución en la productividad laboral.
¿Puede hacerse algo? Una de las primeras recomendaciones es obvia: reducir el tiempo que uno pasa con la atención puesta en una pantalla —ya sea en la del smartphone, de la computadora o la TV— y procurarse “tiempo análogo” en el que uno se desconecta por completo de cualquier estímulo que provenga de un dispositivo electrónico. Pero un artículo de la revista Bustle propone algo novedoso: armar tu propio “dopamenú” o menú de dopamina.
¿Y qué demonios es eso? Empecemos por explicar que la dopamina es un neurotransmisor estrechamente relacionado con los mecanismos cerebrales de recompensa; es decir, con el placer que experimentamos cuando comemos algo exquisito, realizamos una actividad que nos hace feliz —como el sexo—, escuchamos nuestra canción favorita, acariciamos a nuestro perro o gato, nos compramos algo nuevo[1] o, incluso, cuando olfateamos nuestra primera taza de café o galletas recién salidas del horno.
No creas todo lo que piensas
Una de las funciones de nuestro cerebro y de la mente es mantenernos con vida, de modo que con frecuencia exploran “el peor escenario” y el “qué podría suceder” con el fin de que nos preparemos y salgamos bien librados de ese evento, probable pero no inminente. El problema es que no distinguimos entre estas falsas alarmas y las amenazas reales, y acabamos angustiándonos por problemas que aún no suceden o que, incluso, nunca tendrán lugar.
Así, cuestiona lo que te está diciendo tu “loca de la azotea” y constrástalo con los hechos de tu realidad concreta e inmediata; verás que muchas veces nos preocupamos por la tormenta cuando el cielo es azul y el sol brilla en el firmamento.
Deja de buscar a tu salvador(a)
Muchas veces, todas nuestras esperanzas están cifradas en milagros: sacarnos la lotería, dar con el trabajo ideal, casarse con un millonario —o con una cougar, viuda y adinerada—, descubrir la cura contra el cáncer o cualquier otro evento improbable que prometa salvarnos del apuro económico o del vacío de nuestras vidas. Pero, siendo objetivos, todas esas fantasías son formas de evadir la responsabilidad por tu propia trascendencia personal. Entonces, en lugar de quejarte, victimizarte y esperar que vengan en tu ayuda, piensa qué puedes empezar a hacer para cambiar tu situación. De seguro te irá mucho mejor concentrándote en los resultados deseados que en los detalles de tu propia desesperación.
Piensa en qué puedes hacer por los demás
Uno de los grandes problemas del mundo actual es el egocentrismo. Mucha gente de verdad es incapaz de pensar en algo que no sea lo que desean tener, lograr o conseguir, y de quién o quiénes podrán obtenerlo. Pero piensa: ¿qué sería de un médico sin pacientes que curar, de un plomero sin fugas de gas que reparar, o de un albañil si nadie necesitara una casa para vivir? Entonces, atiende tus propias necesidades, pero no te enfoques sólo en ti; en cambio, piensa en las necesidades de los demás y cómo tú puedes ayudarles con ellas. La mejor manera de tener éxito y hallar sentido en tu vida es ayudando a los demás.
[1] Aunque las compras también pueden hacerte infeliz, como ya explicamos en: https://www.bicaalu.com/comprar-y-gastar-te-hacen-mas-feliz-o-mas-infeliz/