Un lector vive mil vidas antes de morir.
La persona que nunca lee vive solamente una.
George R. R. Martin
Recuerdo con especial cariño cuando, como premio a mis buenas calificaciones, mis padres me llevaban a una famosa librería para escoger el libro que yo quisiera. Para mí, era como estar parada ante las mismísimas puertas del ropero de Narnia; o, mejor aún, frente a una lámpara mágica capaz de concederme un deseo: el de vivir la vida que yo quisiera. Así, de pronto dejaba de existir Andrea, la niña de ocho años que iba al colegio y tomaba clases de ballet, para abrirle paso a una joven que, al cumplir los once años, acababa de recibir su carta de aceptación al colegio de magia y hechicería más prestigiado del mundo.
Vuelvo a la pregunta del inicio: ¿Por qué es importante leer libros de ficción? Mi primera respuesta coincide con la de mi querido George R. R. Martin: porque nos permite vivir miles de vidas; porque, a través de la lectura, tenemos la posibilidad de viajar a países remotos, a otras épocas o a universos que no podemos imaginar ni en nuestros sueños más alocados.
Por otro lado, diría que si empezamos a leer desde una edad temprana podemos probar diferentes personalidades y estilos de vida, y así, ir formando la nuestra. Si yo no hubiera conocido a esos personajes de detectives que investigan hasta el más ínfimo detalle para dar con la solución de un misterio, quizá no me habría interesado en estudiar periodismo; o mi sueño de ir a Londres no habría sido tan intenso de no ser por las novelas de Harry Potter. Gracias a los libros pude vivir tales experiencias en mi mente y, años después, concretarlas en la realidad.
Aunado a esto, me parece que la ficción es un viaje de conocimiento de El Otro: podemos ponernos en los zapatos y sumergirnos en las profundidades de la mente de un ser humano distinto a nosotros. Y no hablo sólo de los personajes de un cuento o de una novela, sino también del autor de la obra.
Por otro lado, recuerdo una Ted Talk de Chimamanda Adichie, titulada “El peligro de la historia única”. En ella, la novelista nigeriana nos advierte de lo horrible que sería consumir libros de un solo país o de un puñado de autores, pues nos privaríamos de la feliz experiencia de explorar el mundo entero en sus diferentes contextos y circunstancias. Chimamanda relata que, en su infancia, todos los personajes eran rubios, tenían ojos celestes y hablaban inglés; fue hasta que estudió en el extranjero que se dio cuenta de lo horrible que era privar al mundo de personajes africanos que comen frutas bajo los rayos del sol.
La periodista y novelista Rosa Montero dice que: “La escritura nos permite vivir; es decir, es el vehículo a través del cual nos relacionamos con el mundo y con las cosas”. Ahora que estoy leyendo su libro El peligro de estar cuerda —que me parece un regalo a la medida de cualquier persona creativa—, me di cuenta de que no es de locos soñar despierta e imaginar miles de escenarios; y creo que todos los que amamos la literatura nos podemos sentir identificados con eso pues, ¿qué es leer sino dar rienda suelta a la imaginación y construir ficciones en la cabeza?
“Todos somos novelistas, escritores de un único libro: el de nuestra existencia”, dice Montero. Y leyendo libros de ficción, de pronto los imposibles parecen alcanzables y la narrativa de nuestra existencia parece tener más sentido. Por eso, para mí la ficción es más poderosa que la realidad; por ello es que los lectores encontramos refugio en nuestro libro favorito, que le pone pausa al mundo, es un descanso de la realidad contundente y da un fresco respiro a la imaginación.
Así que, ya sea para fomentar la creatividad, conocer nuevos mundos, vivir distintas vidas o simplemente para ejercitar la mente y las neuronas, lee libros de ficción. Al hacerlo, serás más sensible a los hechos, a las personas y a la belleza del mundo que está a nuestro alrededor.
