¿Por qué ya no nos gusta escuchar música triste?

¿Por qué ya no nos gusta escuchar música triste?
Karina Licea

Karina Licea

El primer mes y medio de 2025 ha terminado, sospecho que el resto se irá volando. Para mí, la banda sonora de este inicio de año ha sido la canción “The Winner Takes It All”de ABBA: cada vez que oigo la voz de Agnetha Fältskog recuerdo lo difícil que es superar una ruptura amorosa, tomar el dolor, agradecer y seguir nuestro camino. Desde luego, escuchar esta canción —en especial versos como: “Though it’s hurting me / now it’s history / I’ve played all my cards”[1]— en los momentos dolorosos es una decisión de valientes. El ganador sí es quien se lo lleva todo.

La cosa es que en estas primeras semanas de 2025 la música ha sido mi compañía estelar: de camino al trabajo, en mis tiempos de descanso, en el gimnasio o en los domingos de tareas domésticas, siempre tengo un acompañante musical. A veces sólo pongo una playlist on repeat con música para corazones rotos, un poco de indie, folk y melodías 417Hz; otras busco una canción que me recuerde que este año debe ser mejor que el pasado y Caloncho aparece en mis búsquedas; o bien, me dejo llevar por el algoritmo de Spotify y paso de Siddhartha a escuchar el nuevo álbum de Bad Bunny y algunos corridos tumbados (CT).

Esto último me hizo cuestionar la música que lidera las plataformas digitales. Si bien críticos como José Valenzuela Alce, Rolando González y Juan Carlos Ayala han dicho que los corridos tumbados y otros géneros regionales constituyen una apología del delito, prohibirlos o condenarlos no resuelve el problema de raíz, que es la violencia estructural que viven los jóvenes. Algo similar se puede decir del reguetón, que cobró fuerza cuando la pandemia por Covid-19 detuvo actividades, nos alejó de los seres queridos y nos tuvo encerrados en casa; al pasar los meses la incertidumbre, el aburrimiento y la depresión cobraron factura, y géneros alegres como el trap, el techno y el mencionado reguetón aligeraron la carga en esos tiempos difíciles.

Reguetonero

Según estadísticas, en la pandemia las plataformas de streaming alcanzaron un pico de usuarios sin precedentes, de modo que hoy Netflix, Amazon Video, HBO Max, Twitch, Spotify y Apple Music son los principales medios de entretenimiento. Uno de estos lideres del mercado, Spotify, al final de cada año lanza su resumen Wrapped, con datos y estadísticas de los hábitos musicales del usuario, que incluye los artistas, canciones, géneros y álbumes más escuchados durante el año, algo genial que nos llena de nostalgia y trae algunas sorpresas. Guiada por la curiosidad, vi que en el Wrapped 2024 global tres de los diez artistas más escuchados son latinosBad Bunny, Peso Pluma y Feid— y que el resto son, en su mayoría, del género hip–hop: The Weeknd, Drake, Travis Scott y Kanye West.

La pregunta obligada es: ¿por qué los géneros más populares en el mundo tienen como temas centrales la fiesta, las drogas, la fama y la riqueza? Y la respuesta más fácil sería: por la exorbitante inversión de los sellos discográficos para promover dichas canciones y por la influencia de los algoritmos que determinan lo que los usuarios ven o no en su feed, incluida la música. Si nos quedamos con esta respuesta, ya sólo quedaría enorgullecernos de que un mexicano nos represente a nivel global, pero me rehúso a reconocerme en esta masa; no porque sea algo malo, sino porque me cuesta creer que la gente prefiera escuchar asuntos superficiales antes que deleitarse con otros artistas que abordan temas más humanos.

Entonces, pensé en “True Love Waits” de Radiohead —una balada melancólica en la que la voz de Thom Yorke nos recuerda mediante metáforas la fragilidad del amor, el sacrificio y la disposición de amar a otra persona por encima de uno mismo— y vi que tiene menos reproducciones que “Gervonta”, la canción más exitosa de Peso Pluma en Spotify, la cual con versos directos y crudos nos habla de la fama, el dinero y la posibilidad de presenciar una pelea de Gervonta Davis. Sin menospreciar a nadie, la importancia del tema de una sobre el de la otra es abismal.

En Yorke y en otros artistas, la música triste no sólo aborda emociones negativas, sino que es una forma de explorar y procesar experiencias complejas. Y no se trata de que cuando estés triste “Wish You Were Here” de Pink Floyd te sumerja en la miseria o que cada vez que estés eufórico pongas “Don’t Stop Me Now” de Queen a todo volumen, sino de que te permitas sentir tus emociones por más densas que éstas te parezcan. Así, lejos de agudizar las sensaciones de pérdida, soledad o ansiedad, escuchar canciones melancólicas puede constituir un espacio seguro para enfrentar los hechos de la vida y madurar emocionalmente.

En el escenario

En un mundo en el que domina el reguetón, el hip-hop y los corridos tumbados, vale la pena cuestionar por qué evitamos las emociones negativas de la música y nos refugiamos en canciones bailables con situaciones fuera de nuestro alcance; porque, siendo realistas, ¿qué tan probable es vivir algo como lo que describe un corrido o un reguetón que habla de fajos de billetes y de limusinas?

En su música, artistas como Radiohead nos invitan a abrazar la tristeza y a transformarla en algo hermoso y significativo. Es arte sonoro que nos invita a la reflexión y a la introspección, permitiendo al oyente conectar con sus propias emociones y encontrar consuelo en la experiencia compartida: quizá es esta conexión con nuestro interior lo que nos da tanto miedo.

La música es una herramienta poderosa que enriquece nuestras vidas. Al escuchar canciones tristes conectamos con las emociones más profundas que muchas veces reprimimos o ignoramos, nos permitimos sentir esa tristeza, procesarla y liberarla; ese pesar, aunque doloroso, es una emoción tan válida como la alegría o el amor, un espejo que refleja nuestra alma y nos ayuda aj comprendernos mejor. No obstante, en la mayoría de las ocasiones preferimos no hablar de ello y pasamos la vida evadiendo la tristeza en cualquiera de sus expresiones, incluida la música; por eso, en lugar de ver a la tristeza como un defecto, hay que reconocerla como una parte esencial de la experiencia humana.

Todos enfrentamos desafíos y dificultades en los que la tristeza puede ser una fuente de fuerza y conexión, un acto de resistencia y una forma de desafiar las normas sociales. Cuando somos capaces de mostrar vulnerabilidad desde la honestidad emocional, rompemos con lo que la masa quiere que consumamos y pensemos, y esto comienza desde lo que escuchamos en nuestras plataformas de música. La tristeza es parte de la vida y no debe ocultarse o evitarse; quien se resista a esta idea debería dejar de escuchar la música de moda y preguntarse si realmente está viviendo… o si sólo está matando el tiempo.

Cierre artículo

[1] “Aunque me está lastimando / ahora es historia / he jugado todas mis cartas.”

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