No creo estar exagerando al decir que, en lo que va de este año, todos hemos tenido al menos un motivo para sentirnos mal. Ya sea por la incertidumbre que genera la pandemia; por haber perdido el empleo, a los clientes o a una persona cercana; por la soledad, el aislamiento y los cambios en las prácticas sociales, o por la conjunción de todo ello, ha habido razones para estar tristes o cabizbajos.
Y tampoco es una exageración de mi parte, creo, afirmar que en estos meses aciagos las redes sociales —así como las contadas interacciones sociales— se han visto infectadas con una compulsión por sentirse bien, una especie de obligación de ser feliz que toma la forma de memes y frases supuestamente alentadoras del tipo: “Agradece lo que tienes”, “Todo pasa por algo”, “Hay gente a la que le está yendo peor” o “Si cambias tu punto de vista, cambias tu realidad”.
No me malentiendas: de ninguna manera es malo sentirse bien, ser feliz y así comunicárselo al mundo, del mismo modo que no hay nada reprobable en mantener una actitud positiva —de resiliencia, dirían ahora— ante las vicisitudes de la vida. Pero nuestra experiencia humana nos dice que tampoco debería señalarse con dedo acusador a quien sufre por una pérdida, a quien le duele estar solo, a quien combate a la depresión o a quien se siente exhausto.
Los psicólogos han acuñado el término positividad tóxica para referirse la excesiva generalización y a la ineficaz imposición de un estado feliz y optimista en todas las situaciones. El proceso de la positividad tóxica, nos dice un artículo del portal The Psychology Group, resulta en la negación, minimización e invalidación de la auténtica experiencia emocional humana.
Es importante distinguir el optimismo genuino de la positividad tóxica pues, al igual que todo lo que se hace en exceso, cuando ésta se usa para encubrir o silenciar la experiencia, se vuelve nociva. En un artículo del portal Healthline, el psicólogo clínico Jaime Zuckerman nos ofrece una definición más amplia: “La positividad tóxica es la suposición —ya sea por uno mismo o por los demás— de que, a pesar del dolor emocional o lo difícil de la situación que atraviesa una persona, ésta sólo debe tener una actitud positiva o, como se dice ahora, ‘buenas vibras’”.
Por qué es dañina
Queda claro que, como señalan los expertos, el primer aspecto deplorable de la positividad tóxica es la negación, la invalidación y la supresión de las auténticas emociones. En otras palabras, ante la muerte de un ser querido o ante la privación de las interacciones sociales es normal e incluso mentalmente sano sentirse triste y abatido, de modo que criticar o negar estos sentimientos sólo generará ansiedad y hará que sea más difícil procesar y sanar la experiencia.
Cuando una persona que sufre de depresión o de algún dolor emocional intenta establecer contacto con alguien para manifestar dichas emociones y se encuentra con un señalamiento que, en pocas palabras, parece decirle “no deberías sentirte así”, esto generará un sentimiento de culpa por las propias emociones: con tanta gente que sufre y tanto que agradecer, ¿cómo se atreve uno a estar triste?
Dice Samara Quintero, de The Psychology Group, que “al negar nuestra verdad, empezamos a vivir de un modo poco auténtico ante nosotros mismos y ante los demás”. Para establecer relaciones sanas y fructíferas con el resto del mundo, un ingrediente esencial es la confianza; si la persona se siente débil o inadecuada por sentir o expresar lo que siente, difícilmente se sentirá confiada en abrir y compartir sus verdaderos sentimientos.
Algunas formas en las que se practica la positividad tóxica son:
- Al ocultar, disimular o disfrazar tus emociones y sentimientos.
- Minimizando o desatendiendo una emoción dolorosa con frases del tipo “Ahí la llevamos”, “Aquí andamos” o “Echándole ganitas”.
- Sintiendo culpa por sentirse triste, deprimido o ansioso.
- Cuando invalidas o criticas las emociones y experiencias negativas de los demás con frases motivacionales, mantras y “decretos”.
- Al intentar “dar perspectiva” al sufrimiento de alguien con ideas como “Podría ser peor”, en lugar de validar sus sentimientos.
- Señalando a cualquiera que exprese cualquier emoción —tristeza, miedo, ira, melancolía, etcétera— que no sea “positiva”.
En muchos casos, la positividad tóxica aparece como una respuesta a la sensación incómoda ante los sentimientos propios y ajenos. En el mismo artículo de Healthline, la psicoterapeuta Carolyn Karoll señala que “La presión por aparentar estar bien invalida la gama de emociones que todos experimentamos y da la impresión de que sentir angustia es un defecto, lo que se puede internalizar en la creencia de ser inadecuado o débil”.
Continúa Karoll: “Juzgarte a ti mismo por sentir dolor, celos o tristeza, emociones que son parte de la experiencia humana, conduce a emociones secundarias como la vergüenza, que es más intensa e impide la adaptación, amén de que nos distrae de la autocompasión —es decir, la sensación gentil de empatía por los propios sentimientos—, que es vital para nuestra salud mental”.
Cómo evitar la positividad tóxica
El doctor Zuckerman es contundente: “No sentirse bien no sólo está bien, sino que es algo esencial; como seres humanos, simplemente no podemos elegir qué emociones deseamos sentir, no funcionamos de ese modo. Experimentar todos nuestros sentimientos, dolorosos o no, nos mantienen conectados al presente”. Y en este año, es justo decir que ese presente no siempre resulta muy halagador.
Aquí algunas estrategias para evitar este hábito nocivo:
- Deja de ignorar, minimizar o intentar suprimir tus emociones.
- Escucha sin juzgar y valida la forma en que los otros se sienten y lo que experimentan emocionalmente en este momento de sus vidas, aun si lo anterior te resulta incómodo o muy diferente a cómo te sientes tú.
- Antes de ofrecerlos, pregunta a tu interlocutor si necesita ayuda o consejos.
- Recuerda que, si te está yendo mal, es normal sentirse mal.
- Acuérdate de que sentir tristeza o ira en algún momento no cancela la posibilidad de más tarde vivir emociones positivas como la alegría.
- Identifica los supuestos “mensajes positivos” y las “buenas vibras” que llevan oculta una dosis de positividad tóxica.
- Si es necesario, aléjate un tiempo del optimismo aparente y de las frases hechas de las redes sociales y la mensajería instantánea.
- No te impongas plazos. Si perdiste algo importante o a alguien en tu vida, no existe un “periodo razonable” para procesar y reponerse de la pérdida.
Por último, es muy importante evitar dar un golpe de timón y regodearse en la propia tristeza o depresión. Una buena salud mental implica experimentar emociones agradables y desagradables en un relativo balance, y ser honestos con nosotros mismos. Por eso, si la tristeza y la depresión se instalan por un periodo muy largo e incapacitan tu vida cotidiana, quizá sea aconsejable consultar a un especialista y atender los síntomas de una posible depresión.