¿Alguna vez has leído un libro que no sabes cómo clasificar? ¿Algún autor te ha sorprendido con un estilo, un lenguaje o una estructura que se sale de lo convencional? Es probable que te hayas encontrado ante un ejemplo de literatura experimental.
Este tipo de literatura se distingue por la innovación en las técnicas narrativas y de estructura, lo cual permite encontrar nuevas formas de contar historias. Algunas son percibidas como complejas, ya que utilizan mezclas de figuras retóricas, cambios abruptos de narradores, estructuras no lineales y, en ocasiones, se crean figuras o lenguajes que sólo tienen sentido en dicho universo narrativo.
La ficción y la poesía son los géneros en los que más se utiliza este tipo de experimentación. Algunos libros considerados como canon fueron experimentales al momento de su publicación, como Ulises, de James Joyce, el cual a su vez sirvió de inspiración a otros autores consagrados que innovaron a través de la experimentación en sus textos, como Virginia Woolf y Ernest Hemingway.
Una de las razones para hacer literatura experimental es que la estética contemporánea resulta insuficiente o inadecuada para plasmar las ideas de los autores. Tal fue el caso de la obra desarrollada por la Generación Beat o Beatnik durante los años cincuenta en los Estados Unidos, cuyo principal representante es Jack Kerouac, con el libro On the Road. La filosofía de este movimiento respondía a ideales anticapitalistas, antimaterialistas y antiautoritarios. En los libros escritos por esta generación de intelectuales, la prosa contiene los diálogos incrustados, lo que impulsa un ritmo frenético en la narración, que incluye pasajes de introspección y crítica a los sistemas políticos y económicos de la época, además de ser en sí mismos, en muchas ocasiones, experimentos de ficción biográfica.
En la literatura latinoamericana abundan los ejemplos de obras experimentales, cuyos autores se valieron de su genio creativo para innovar en la forma de contar las historias. Julio Cortázar y su obra Rayuela, que puede leerse de múltiples formas y sorprender a los lectores, es uno de los ejemplos más estudiados; lo mismo sucede con la temporalidad no lineal y las múltiples líneas argumentales en Cien años de soledad del autor colombiano Gabriel García Márquez.
Cristina Peri Rossi es otra autora cuya obra tiene cabida dentro de la literatura experimental. Esta escritora uruguaya manifiesta un fuerte estilo experimental en su obra de ficción y en sus textos biográficos. Por ejemplo, en los cuentos de su libro Indicios Pánicos desarrolla una estructura que asemeja a la poesía, pero en realidad es verso libre e innova en la ejecución de la historia. En ocasiones, su obra es considerada como inclasificable, pues juega con los distintos subgéneros narrativos, los mezcla y desafía sus límites para contar historias en las que incluye tramas no cronológicas, narradores que entran y salen de escena sin previo aviso, y recurre a la prosa y al verso según lo requiera su narración.
Sin embargo, la literatura experimental no siempre se ha desarrollado en los ámbitos académicos, las bibliotecas o en tranquilos rincones de escritura, pues varios autores han recurrido al uso de psicodélicos y estupefacientes en un intento por trascender las barreras del lenguaje y de lo conocido en las técnicas narrativas. Tal fue el caso de Charles Baudelaire, quien escribió una de sus obras más reconocidas, Paraísos artificiales, mientras frecuentaba un club de hachís con otros escritores y experimentaba con distintas drogas.
Uno de los referentes clásicos de las artes experimentales es el dadaísmo, el cual surgió entre 1916 y 1920 en respuesta a la rigidez y a los horrores de la Primera Guerra Mundial. Este movimiento artístico experimental se centraba en la irracionalidad, el humor, la libertad creativa y la espontaneidad. En el ambiente literario, se experimentó con esta corriente para la creación de versos que recibieron el nombre de “poemas dadaístas”, los cuales, en un principio, consistían en recortes de libros o periódicos que se elegían al azar para construir versos, en su mayoría caóticos, y en ocasiones con fuerte carga emocional.
En México, un referente en literatura experimental es Juan Rulfo, cuyas obras Pedro Páramo y El llano en llamas ofrecen una compleja construcción que obliga al lector a adentrarse en las historias y a intentar encontrar el orden y el sentido en ellas. Resulta complicado hallar el hilo conductor en las escenas sueltas que se presentan, y suma a la confusión el uso de múltiples narradores, escenas en retrospectiva y el hecho de no tener la certeza de cuáles personajes están vivos o muertos.
La literatura experimental puede valerse de distintos métodos para lograr la innovación en las técnicas de creación literaria. Resulta emocionante pensar en las distintas formas en que se contarán las historias en veinte, cincuenta o cien años.