
Todo evoluciona, todo cambia, ¿por qué no hacerlo tú? La vida no sólo se trata de autodescubrirte, sino de reinventarte. Llevas mucho tiempo viviendo contigo mismo, así que en realidad ya sabes quién eres. Lo que no sabes es lo que aún no te has permitido intentar para averiguar qué tanto puedes lograr y así comprenderte a profundidad. Tarde o temprano necesitarás mutar hacia una versión más avanzada de ti mismo, pero descubrir una nueva faceta tuya no sirve de nada si luego no haces algo con ella. Justo ahí, en ese proceso, es que uno empieza a conocerse mejor.
Inventarte y luego reinventarte va más allá del estereotipo que escuchamos a diario; en realidad, es el único camino a la evolución y la mejor forma de escapar de los tentáculos de la tibieza. Hacerlo te persuade a apreciarte, a distinguir entre lo que eres —eso que tienes por dentro— y lo que deseas. Te insta a moverte, a salir de tu cómodo metro cuadrado y a cruzar límites. Algo así como dejar de ser agua estancada y fluir con el río. De este modo cambias tu envoltura y tu matiz en tus propios términos, eventualmente, gradualmente, de manera que se vuelve imposible etiquetarte.
Para actuar diferente, primero tienes que pensar diferente. Debes pasar tiempo contigo, escucharte por dentro. Ser genuino en tu propio proceso mental te permite ser congruente. De ahí viene todo, ese es el motor real: pensar y actuar armónicamente. La idea es buscarnos una nueva meta, seguir de nuevo un sueño, crearnos una visión nueva del futuro. Cada vez que hay una alteración drástica en nuestras vidas —como cuando cambiamos de casa o de trabajo, salimos de una relación o perdemos a un ser querido—, nos confronta la decisión de transformarnos y hacer algo distinto, o quedarnos igual y correr el riesgo de jamás haberlo intentado.
Las crisis personales y los procesos vitales difíciles son una exhortación al cambio, a la evolución. Son, también, una invitación al análisis de tus propias circunstancias con un pensamiento y una actitud diferentes. Es necesario ir modificando nuestro estilo a medida que avanzamos en el curso cambiante de la vida. ¿Y cómo saber qué rumbo tomar? Sólo proyecta tu persona en el futuro y pregúntate de qué te arrepentirías si no lo hicieras nunca. Luego, para evitar ese triste final, haz lo contrario de lo que tu miedo te diga. Estás a tiempo. Deshazte de culpas, que sólo sirven para paralizarte. Tampoco importa si fallas: el fracaso es el proceso de la innovación. Lo que importa es que lo intentes. Piensa que los errores no existen, sólo son caminos nuevos. Y la única forma de encontrar tus propios horizontes es siendo honesto contigo y con los demás. Pero tienes que empezar por ti.
Cada nueva reinvención traerá consigo un filtro de gente que no te nutre y de situaciones y cosas que no necesitas. No todos caminan a tu ritmo ni comparten tus mismos intereses —y no tendrían por qué hacerlo. Quizá llevas una eternidad trabajando en ese mismo lugar, ya enviciado, con gente que no parece apreciar gran cosa, mucho menos tu enorme esfuerzo. Tal vez esa relación sentimental o profesional en la que estás involucrado te desgasta más de lo que te aimenta. A lo mejor tú mismo sabes —o sientes— que realmente no perteneces ahí. No son ellos, eres tú. Ellos no se dan cuenta, tú sí. Ellos parecen cómodos, tú necesitas algo más. No se trata necesariamente de abundancia, sino de satisfacción; de darle valor a lo realmente importante, no a lo inmediato o a lo trivial. Lo que quieres es sentirte identificado, no deteriorado. ¿Qué tan satisfecho te sientes hoy haciendo lo que haces? Ponte atención. Quizá ya es hora de hacer algo al respecto, de replantear tu visión, tu acción. Ese es el proyecto de tu propia metamorfosis.
La inconformidad es síntoma de una inquietud que aletea en tu interior, ávida de aire y luz, esperando a que le hagas caso. Depende de ti que esa inquietud te frustre o te impulse. Es nuestra reacción ante las circunstancias la que moldea nuestra vida. La parte crucial es distinguir entre tu percepción y la realidad, que aun cuando están relacionadas, son dos cosas muy distintas. Todo lo que oímos son juicios, no hechos. Todo lo que contemplamos son ángulos, no verdades absolutas. Y es nuestra percepción la que construye lo que entendemos como realidad.
Para reinventarte, empieza por identificar las cosas que te proporcionan placer y las que te proporcionan significado —desde posesiones materiales hasta actividades— y busca un equilibrio entre ambas. Luego diseña tu entorno para que te ayude a modificar tu comportamiento y a ser congruente con tu decisión. Y, finalmente, sólo hazlo.
Es tu única vida, se trata de tu propia historia. Y son las historias las que cambian al mundo. Los cambios vendrán, eso es indiscutible; la pregunta es si te adaptarás a ellos o no. Las excusas, las quejas y las críticas son piedras en tus bolsillos que jamás te permitirán salir a la superficie. Puedes caer en el rol de la víctima o convertirte en tu propio héroe, y siempre es preferible ser tu aliado que tu enemigo. La mejor forma de supervivencia inteligente es reinventarte. Puedes hacer lo que quieras: tú tienes el mando sobre tu propia vida.
Somos lo que construimos con nuestro espacio y nuestro tiempo. Somos lo que hacemos con nuestro presente, y esa imparable decisión es exclusiva de cada uno de nosotros. Si todos actuáramos con congruencia, este mundo sería muy distinto: más natural, menos caótico. Reinventarnos significa recuperar nuestra capacidad de asombro, de sorprendernos con un aire fresco que nos ventile la mente. Mejor que sea nuestra vida, y no nuestra tumba, la que esté llena de pasiones, sueños y experiencias cumplidas.
Hagámonos un propósito: cada vez que nos decidamos por el camino seguro, pensemos que nos estamos perdiendo de algo que no conocemos, algo que puede ser maravilloso o, incluso, extraordinario.
