Dice un refrán que “a todo puerco le llega su San Quintín”, refiriéndose a que a todos los seres vivos nos llega el momento de morir, o bien, de sufrir; y quienes hemos padecido una pérdida personal —ya sea del trabajo, de una casa o la muerte de un ser querido o hasta de una mascota— podemos dar fe de ello. En esas circunstancias, mucho se nos habla de las cinco o las siete fases del duelo, pero… ¿sabías que también existen las cuatro fases de la felicidad?
Así es. O, al menos, eso es lo que propone el doctor Mark Travers, psicólogo egresado de la Universidad de Cornell, en un artículo publicado en el portal de la revista Forbes, el cual aclara que la felicidad no es como un interruptor en la pared que podemos accionar y de súbito ilumina todo a nuestro alrededor; más bien, ser feliz es un proceso gradual parecido a un amanecer en el que poco a poco pasamos de las tinieblas de la noche a las primeras luces de la alborada, y de la salida de Sol hasta el punto en que todo resplandece.
¿Y cuáles son estas cuatro fases de la felicidad? Travers dice que son: el sentido de propósito vital, la riqueza psicológica, el sentido de pertenencia y la felicidad hedónica. Revisando una por una, vemos que la primera se refiere a la idea o la creencia de que nuestra propia existencia tiene un propósito claro y benéfico, y responde a las preguntas: ¿me gusta lo que hago todos los días?, ¿hago uso de mis capacidades y talentos? y ¿he logrado algunas de mis metas?
La segunda fase, la riqueza psicológica, está formada por el número y la variedad de experiencias y de personas en nuestra vida; una vida rica es todo lo contrario a una existencia rutinaria, aburrida y monótona, y para alcanzarla hay que intentar cosas nuevas, embarcarse en proyectos innovadores, conocer a gente variopinta y, en resumen, evitar deliberadamente el tedio y la monotonía.
La tercera fase es el sentido de pertenencia, ya sea a la familia, al grupo de amigos, a la sociedad o a cualquier otro grupo humano con el que nos sintamos identificados y afines, y donde hallemos aceptación, apoyo y cariño. En estos días en que empezamos a salir de un confinamiento sanitario resulta esencial reconstruir los vínculos sociales con nuestros grupos más cercanos, o bien, si descubrimos que los que teníamos antes del aislamiento no eran precisamente sanos o necesarios, hacer el esfuerzo por encontrar “almas afines” y, desde luego, también hacer lo que está a nuestro alcance por ser nosotros afines a otros, pues se trata de un proceso de reciprocidad, en el que uno da y recibe en la misma medida.
Por último, está la felicidad hedónica, que consiste en el placer de los sentidos que obtenemos a nivel material: una copa de vino, una tajada de queso con pan crujiente y recién salido del horno, el aroma de un perfume o de unas flores, la convivencia corporal con alguien a quien amamos o subir una montaña para contemplar el amanecer. Llama la atención que este tipo de felicidad, al que muchos dedican todos sus esfuerzos, está en el último lugar, pues se trata del nivel más superficial que, si no está sustentado por los tres anteriores, se convierte en algo vacuo e insatisfactorio.
Y tú, ¿eres feliz?, ¿qué crees que puedas hacer hoy, aquí y ahora, para aumentar tu nivel de felicidad y ponerle más luz a tu existencia?…