Steve Jobs: cuatro veces que reescribió nuestra relación con la tecnología

Steve Jobs: cuatro veces que reescribió nuestra relación con la tecnología
Francisco Masse

Francisco Masse

Para ubicarnos en el tiempo, confieso que este 2025 cumplo treinta y cinco años como usuario de la marca de la manzanita: desde la universidad, en todos mis empleos y hasta el momento de escribir estas letras he estado en el bando de “la Mac”. Pero no es mi lealtad a la marca el tema de este artículo, sino la forma en que cuatro invenciones del visionario Steve Jobs (1955-2011) hicieron que Apple pasara de ser una empresa de nicho a dictar las prácticas y los estándares de consumo tecnológico que se siguen hasta hoy.

Recordemos que en la década de 1980 el mundo supo del poder de las computadoras y éstas fueron puestas a la venta, incluso en supermercados. En 1984, Steve Jobs y su empresa Apple lanzaron la Macintosh, la primera computadora personal con una interfaz gráfica; pero su incompatibilidad —y su competencia eterna— con Windows, el sistema operativo más usado en el mundo, desde el principio posicionaron a las Macintosh como computadoras de nicho, elitistas, “de diseñadores” o “para creativos”, a menudo tachándose de costosas y desestimándolas para el “trabajo en serio” en tecnologías de la información.

Todo eso impactó duramente a la marca, cuyas ventas iban en picada hasta que Jobs cambió por primera vez las reglas del juego: en mayo de 1998 vio la luz la iMac, una computadora personal todo-en-uno —es decir, monitor y CPU integrados— con el poderoso y nuevo procesador G3, económica, traslúcida y moderna, acorde con el espíritu del fin del milenio que se vivía en aquellos años.

La iMac

Varios aspectos hicieron que los “huevitos” —como coloquialmente se les llamó entre los usuarios— destacaran en el mercado de las PC: su diseño ovoide de plástico semi transparente, primero en azul agua, después en los seis colores del arcoíris y luego en diseños psicodélicos; dos, el hecho de que fuera todo-en-uno, que simplificaba la elección de procesador, monitor y unidades externas; por último, estaba la i de internet, un concepto entonces de avanzada —donde la conexión a la red sustituiría a los periféricos físicos, como sucede hoy en día— que arraigaría en el nombre de ese y de otros productos. Sobra decir que las iMac fueron un éxito de ventas entre viejos y nuevos usuarios de Apple.

Las siguientes dos grandes invenciones de Jobs van de la mano, pero para entender su trascendencia es indispensable primero hablar del MPEG-2 Audio Layer III, mejor conocido como MP3, un formato digital surgido en 1991 que comprime archivos de audio sin afectar demasiado la calidad en la escucha y que permitió el intercambio —ilegal, casi siempre— de música en los años noventa a través de torrentes y sitios como Napster. Para ”tocar un MP3” se recurría a reproductores como Audion o SoundJam MP, que fue comprado por Apple y convertido en iTunes, el segundo hito tecnológico de Jobs.

Aprovechando el éxito, el ímpetu y —como dicen los mercadólogos— el brand awareness que la iMac aportó para la marca Apple, el 9 de enero de 2001 nació oficialmente iTunes, un software que en esencia servía como una biblioteca musical de canciones y de álbumes en MP3. En ese momento pocos sospechaban el impacto que tendría la posibilidad de adquirir, compartir y reproducir música con un archivo de unos cuantos megabytes; un cuarto de siglo después, vemos que fue el primer paso de una revolución digital en el consumo de música.

El primero en intuir el potencial de la tecnología que había puesto en manos del público fue el propio Steve Jobs pues, unos meses después, en noviembre de 2001 completó la oferta con el tercer producto de la “generación i”: el iPod. Este era un dispositivo de bolsillo que permitía almacenar un determinado número de canciones —es decir, de archivos MP3— y administrarlas a través del mismo iTunes que se usaba en la computadora personal; además, permitía añadir y borrar canciones fácilmente, y se controlaba de forma cómoda e intuitiva.

El éxito de las sucesivas generaciones del iPod, cada una más voluminosa y con más funciones que la anterior, así como la brutal expansión del uso de teléfonos celulares, revelaron al genio de Cupertino una verdad mercadológica: el usuario estaba dispuesto a cargar con un dispositivo electrónico todo el tiempo. Así, uniendo las capacidades de una agenda electrónica —las Palm y las BlackBerry tenían sus seguidores—, de un iPod y de un teléfono celular, en junio de 2007 salió a la venta el iPhone, el cuarto gran hito de Jobs.

Jobs y el iPhone

Ya no es así ni de lejos, pero en su momento iPhone veía por debajo del hombro a todos los demás teléfonos móviles; con sus apps y su interfaz intuitiva puso el estándar de lo que un smartphone debía hacer para llamarse “inteligente”; y además, por la inusitada nitidez de su pantalla y sus múltiples funciones, fue uno de los primeros dispositivos que todo el mundo quería tener en la mano todo el tiempo; para bien y para mal, la actual fiebre adictiva a la pantalla mucho le debe al éxito del negro reflejo del iPhone.

Steve Jobs murió en octubre de 2011. Quizá sea romántico de mi parte, pero me atrevo a asegurar que por estos cuatro inventos —así, con ila primera década del milenio tiene su sello distintivo estampado de forma indeleble, no sólo por los artilugios hechos con cables, plástico y circuitos de silicio, sino por su aportación al diseño de la forma en que nos relacionamos e interactuamos con otros y con la realidad a través de softwares y de dispositivos, muchos años después. Algo admirable… y también un poco escalofriante.

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