
Muchos psicólogos señalan que la aceptación es una habilidad esencial que nos ayuda a gestionar factores estresantes, grandes o pequeños: desde afrontar un estancamiento personal o laboral, hasta sobrellevar la pérdida de un ser querido; y en la cultura japonesa, la idea de la aceptación no es única, sino que adopta diversas formas según la actitud con la que se enfrenta la realidad. Así encontramos el concepto de ukeireru, que podría traducirse como ‘recibir, aceptar’ e implica una aceptación activa y consciente en la que se reconoce la situación sin resistencia, pero también sin resignación.
En otras palabras, se trata de aceptar las realidades que nos rodean —nuestras relaciones, nuestros roles en la sociedad o comunidad, y las circunstancias a las que nos enfrentamos— en lugar de rechazarlas, negarlas o sentir una excesiva aversión por ellas. El ukeireru promueve una apertura que no implica sacrificio, sino una forma de “fluir con lo que es”. Desde la psicología, se ha demostrado que aceptar nuestros pensamientos y emociones sin juzgarlos promueve una mejor salud mental y ayuda a hacer frente al estrés de manera más efectiva.

Scott Haas, un psicólogo de Cambridge, Massachusetts, estudió aspectos de la cultura japonesa para obtener el grado de doctorado y vertió sus hallazgos en un libro titulado ¿Por qué ser feliz? El camino japonés de la aceptación (2020), en el que expone ampliamente la idea del ukeireru y explica que practicar la aceptación nos permite crear un espacio para soltar situaciones negativas o desagradables: por ejemplo, para fortalecer una relación de pareja, primero debemos aceptar que ésta requiere trabajo y compromiso mutuo; del mismo modo, para adaptarnos a una nueva etapa de vida es necesario admitir que el cambio es un fenómeno ineludible y que nos sucede a todos.
Para los occidentales, esta idea de la aceptación puede confundirse con conceptos como sumisión, conformismo o resignación; pero aceptar la realidad tal como es no significa ceder o rendirse ante los acontecimientos o las acciones de los otros —sin buscar cambios ni crecimiento—, sino reconocer una situación y comprenderla para actuar en consecuencia y afrontarla de la mejor manera. En Japón tienen expresiones que aclaran esta diferencia: por ejemplo, shikata ga nai expresa una resignación ante lo inevitable con cierta sensación de impotencia, mientras que gaman hace énfasis en la resistencia estoica y el autodominio frente a la adversidad; ukeireru, en cambio, permite integrar la realidad de manera flexible y adaptativa. Otro matiz clave es la interconexión, pues nuestro ser también se define a partir de quienes nos rodean, así que el ukeireru nos invita a ampliar la perspectiva más allá del Yo individual.

¿Cómo integro el ukeireru en mi vida cotidiana?
Según dice el doctor Hass en su libro, tres puntos resultan imprescindibles para integrar esta aceptación sin resignación en nuestro día a día:
- Apreciar el tiempo. Disfrutar cada momento del día, incluso el más simple —una buena comida, tomar una siesta o contemplar el amanecer— y conectarse con el entorno son formas de aceptación; del mismo modo, cuidar una planta, caminar en un bosque o pasar tiempo al aire libre fomentan la armonía con la naturaleza, un aspecto fundamental en la visión japonesa de la aceptación.
- Valorar a los demás. Sé respetuoso con otros y reconoce que tu felicidad individual no es más importante que la felicidad colectiva. Haas señala que permitirnos sentir emociones como el miedo, la tristeza o la ansiedad sin castigarnos por ellas es parte de la aceptación; sólo al validar tus propios sentimientos podrás seguir adelante y buscar nuevas formas de bienestar.
- Tener paciencia. Entre otras cosas, esto implica saber estar en silencio, lo cual no sólo permite escuchar a los demás —en lugar de imponer nuestro punto de vista—, sino también reconocer la presencia del otro.
Como podemos ver, poner en práctica el ukeireru no significa bajar los brazos ante los embates de la vida, sino aprender a fluir con ella, encontrando una fuente de fortaleza y equilibrio. Aquí cinco estrategias para lograr la aceptación:
Reconoce lo que realmente te estresa
Aceptar una situación se vuelve difícil si no conocemos con certeza la raíz de nuestro malestar. Haas enfatiza que identificar el problema subyacente nos ayuda a abordar el estrés de manera más efectiva. ¿Te enfadaste con alguien porque fue grosero contigo… o porque ambos estaban irritables? ¿Te preocupa que la ropa que dejaste en la tintorería no esté lista el día de tu entrevista laboral o, más bien, te da miedo ser juzgada y “no dar el ancho”?
Recuerda que todo es temporal
Muchas veces pensamos que una situación es definitiva o que durará para siempre, y eso nos hace sentir atrapados. Si bien hay hechos irreversibles, como la muerte de una persona o el envejecimiento de nuestros cuerpos, cambiar el enfoque y pensar que todo está sujeto a cambios —incluyendo las circunstancias y tus emociones al respecto— te ayudará a reducir el estrés y la angustia, y a afrontar los desafíos de tu vida con mayor serenidad.
Practica la atención plena o la meditación
Conectarse con el momento presente permite poner una pausa a nuestros pensamientos repetitivos y a las emociones que provoca ese ruido interno. Haas recomienda la meditación, la escritura en un diario, los paseos solitarios o la música como herramientas para sintonizar con el aquí y el ahora. Una práctica recomendable es el mindfulness, que pone énfasis en la atención plena y la observación sin juicio —un aspecto compartido con la esencia de ukeireru—, pues se ha demostrado que esta técnica ayuda a muchas personas a gestionar el estrés, la ansiedad y el dolor emocional, permitiéndoles relacionarse sanamente con su malestar, en lugar de intentar reprimirlo, evitarlo o controlarlo.
Haz cambios graduales
La adaptación no es una capacidad que se adquiere de la noche a la mañana, de modo que introducir cambios pequeños y aumentarlos gradualmente facilita el proceso. Por ejemplo, si tienes un nuevo trabajo, no esperes adaptarte a las nuevas rutinas y relaciones de inmediato; en cambio, date tiempo y oportunidad de ir familiarizándote con el nuevo entorno, pero también evita aislarte o pasar el día entero extrañando tu empleo anterior. Es como cuando intentas recuperar la movilidad tras una lesión: si lo haces de golpe, es muy probable que vuelvas a lestionarte o que fracases; en lugar de eso, practica la paciencia —¿recuerdas el inciso tres que te compartí líneas arriba?— y sigue un proceso gradual, pero continuo.
Abandona rutinas que ya no funcionan
La flexibilidad es clave para ganar aceptación, así que evita aferrarte a rutinas o hábitos simplemente “porque siempre ha sido así”. Durante la pandemia, por ejemplo, mucha gente adoptó pasatiempos y hábitos que les permitieron sobrellevar la situación; pero si alguno de ellos ha dejado de aportar bienestar y se ha convertido en un simple acto que se repite sin cuestionamientos, es válido soltarlo y explorar nuevas alternativas.
