“Maid Sweeping Bricks”
(Banksy – Fotografía: www.desktopbackground.org under Title II of the Digital Millennium Copyright Act, 17 U.S.C. Section 512 (“DMCA”))
La identidad del artista más representativo del street art mundial es un misterio desde hace varios años. No hemos visto su rostro, no sabemos su verdadero nombre, pero sí su seudónimo: Banksy. Dentro del grafiti o arte callejero, él es la figura más mediática, cotizada, controvertida y admirada. Su obra, transgresora y crítica, se encuentra dispersa por el mundo, en calles, muros y museos. Y su afirmación “Una pared es un arma muy grande, es una de las cosas más desagradables con las que puedes golpear a alguien” ha demostrado ser cierta.
Las pintas de Banksy golpean al sistema: a las políticas migratorias, a los sistemas económicos, al consumismo. La ironía y la sátira son elementos fundamentales. Sobre los muros, utiliza la escritura, el esténcil y el grafiti. Entre sus influencias encontramos a la banda de punk Crass —con su anarquía pacífica, pero de acción directa—, el culture jamming —una práctica subversiva y marcadamente anticonsumista que busca, en última instancia, denunciar a la cultura de masas—, pero sobre todo, a Blek le Rat —un reconocido street artist parisino de los años ochenta. Fue gracias a él que Banksy adoptó el esténcil como principal instrumento artístico.
Obra de Blek le Rat
(Bruno Girin, bajo licencia Creative Commons)
Banksy comenzó pintando, precisamente, ratas en las calles de Bristol. Sus imágenes aparecían en buzones, alcantarillas y portones. Luego lo hizo en Londres. ¡Qué escándalo! Policías que se besan, aborígenes cazadores luchando contra carritos de supermercado… Siempre transgresor, también ha modificado obras de arte icónicas: al David de Miguel Ángel le agregó un chaleco antibalas; a la Monalisa de Da Vinci, una bazuca, e imaginó Los Girasoles de Van Gogh tristemente marchitos. La joven de la perla,de Johannes Vermeer, fue recreada en una pared de Bristol, con una alarma de seguridad en lugar del arete original. Al día siguiente, fue salpicada con pintura. Como no fue la primera ni la última de sus creaciones en ser atacada, algunas son ahora protegidas por fibras de vinilo e incluso —¡oh, ironía!— por las autoridades de algunos países.
“Girl with a Pierced Eardrum”
(Banksy – Fotografía: Desconocido)
Y a pesar de la fama y el reconocimiento, su identidad sigue siendo un misterio. ¿Nació en Bristol en 1974?, ¿su nombre es Robin Gunningham?, ¿O quizá Robert Banks? No se sabe. Pero su libro Wall and Piece revela algunos datos. Gracias a él sabemos, por ejemplo, que en los años ochenta, durante el boom del aerosol, se unió a los DryBreadZ de Bristol, y que comenzó pintando directamente sobre el muro, pero para minimizar tiempo y riesgo de aprehensión cambió al esténcil. También sabemos del encontronazo que tuvo de 2009 a 2011 con el grafitero King Robbo: la mítica batalla comenzó con un puñetazo de Robbo a Banksy, para que lo recordara, y éste le contestó con la intervención al mural que dio inicio a la muy mediatizada batalla del arte urbano contra el grafiti.
Sabemos también que el fotógrafo Steve Lazarides, agente y amigo del street artist, documentó sus primeras hazañas y las comenzó a difundir en su página web. Y que el propio Lazarides ayudó a organizar los stunts —actos/atentados—, que consistían mayormente en apropiarse de ciertos espacios mediante actos subversivos, como por ejemplo: una rata disecada con la leyenda “Nuestro tiempo vendrá”en el Museo de Historia Natural de Londres, o un dibujo rupestre de un carrito de supermercado en el Museo Británico.
Las obras de Banksy se basan en la subversión. En sus propias palabras: “El arte no será ni la belleza ni la novedad, sino la eficacia y la perturbación”. Año tras año vemos escandalizarse —o enorgullecerse— a los medios y a las ciudades donde aparecen sus creaciones. En 2005, las pinturas hechas directamente sobre el Muro de los Lamentos en Gaza, del lado palestino, resultaron polémicas. En Wall and Piece se lee que un palestino le dijo al artista que al pintar el muro lo hacía hermoso. Actualmente incluso existe una ruta turística para apreciar estas pinturas.
Más allá de los muros, Banksy incursionó en las nuevas tecnologías y en el cine. En 2016, realizó su primer grafiti interactivo. Frente a la Embajada de Francia en Londres, pintó a Cosette, la niña del cartel de Los Miserables, con una bandera francesa rasgada a sus espaldas y con lágrimas provocadas por gas lacrimógeno. Un código QR debajo de la pinta lleva a un video de Youtube en el que se muestra a la policía desalojando el campamento de refugiados sirios en Calais, donde Bansky realizó un mural en el que Steve Jobs aparece como uno de los refugiados. El mural y el video se viralizaron de inmediato.
“Hijo de un Emigrante Sirio”
(Banksy – Fotografía: Desconocido)
Las exposiciones de Banksy son siempre un acontecimiento extraordinario. En el 2000, organizó una exposición en el barco-restaurante Severnshed. En 2009, Banksy Versus Bristol Museum requirió que el centro de Bristol fuera cerrado durante tres días para que el artista pudiera montar su obra sin ser identificado. En 2015, junto a 58 artistas, realizó la instalación Dismaland, un parque temático que satiriza a Disneyland. En 2016, se recrearon las calles de Londres en Estambul para apreciar sus obras “en contexto”.
“Dismaland”
(Banksy – Fotografía: David Levene/Guardian)
En octubre de 2018, la obra Niña con globo se vendió en 1.3 millones de dólares. Al sonar el martillo de la subasta organizada por la casa Sotheby´s, el lienzo se deslizó y una trituradora, escondida en el marco, lo destruyó. El escándalo fue mundial. Un hecho inusitado en la historia del arte. ¿Ahora la obra vale más o ya no vale nada? Mientras esto sucedía, Banksy publicaba en Instagram “Desapareciendo, desapareciendo, desaparecida…”.
“Girl with Red Balloon”
(Banksy – Fotografía: Sotheby’s)
Siempre polémico, sus creaciones y sus acciones son aplaudidas por unos y condenadas por otros. Banksy no deja de encender las brasas de la expectación y, en ellas, a veces él mismo se consume. En rededor del artista callejero, antisistema y crítico voraz del capitalismo, resuenan ciertas ironías: exposiciones financiadas, obras resguardadas por las autoridades, obras cotizadas y subastadas en millones, trabajos para Puma y MTV…
Para algunos, su crítica es contradictoria y lo tildan de hipócrita. Quizá lo más irónico sea que el mismo establishment al que golpea con y desde los muros sea el que lo ha acogido con tanta admiración, asimilándolo e integrándolo casi al punto de la condescendencia. ¿Quién utiliza a quién?Probablemente la respuesta esté en la propia obra de Banksy.