En una clase, una maestra nos pidió que nos pusiéramos de pie. El pie izquierdo era el pasado y el derecho representaba al futuro. Luego, pidió que abriéramos las piernas y nos dijo: “Así estas tú: con un pie en el pasado y el otro en el futuro, mientras estas orinado tu presente”. Toda la clase reía por la analogía, pero vale la pena preguntarse cuántas veces nos pasa eso en la vida real.
Es un hecho: el tiempo que invertimos en intentar regresar al pasado es un tiempo que nadie podrá devolvernos. Además, pasársela anhelando lo que jamás volverá nos torna ausentes: vivimos para rememorar lo que era en ese entonces, lo que tenías en aquel tiempo, la persona que eras en esos días.
Hay muchas formas de aferrarse a lo que irremediablemente se fue, ya sea un amor, un buen puesto laboral, un suceso traumático o incluso la culpa por una decisión. Chuck Spezzano, autor de Cincuenta maneras de olvidarse del pasado y ser feliz, comenta que cuando existe el miedo a avanzar, cuando no se siente la confianza de ir hacia adelante, cuando existe el miedo a la intimidad, a la vejez o al matrimonio, podemos disfrazarlo todo aferrándonos al pasado.
Cada situación a la que te aferras es como algo inútil que llevas a tu casa: pronto uno queda rodeado de cosas inservibles que quitan espacio vital, y a veces uno mismo se convence de que puede vivir con todo eso usando frases como: “Puede que lo necesite algún día”, “Alguien más podría ocuparlo” o “¿Cómo podría desprenderme de ello?”.
Paul Foster y otros investigadores descubrieron [1] que cuando recordamos escenas del pasado se alteran reacciones fisiológicas, como la sudoración y la frecuencia cardiaca. En otras palabras, los recuerdos activan emociones en tiempo real. Así, cuanto más recuerdes un evento negativo, más dolor sentirás en el presente.
Este efecto también funciona en sentido inverso: emociones dolorosas presentes, como sentirse solo o rechazado, traen recuerdos pasados congruentes con esas emociones; es decir, el cerebro busca evidencia adicional para justificar cómo te sientes, encontrando en tu memoria lo que sintoniza con ello. De cierto modo, este proceso es muy similar al de las ideas delirantes.
Entonces, tenemos una elección: podemos seguir anhelando lo que fue y vivir con dolor, o bien, podemos encontrar nuevas formas de vivir el hoy. Sin lugar a dudas, esta “nueva normalidad” nos mostrará qué tanto nos aferramos al pasado, lo cual será evidente en la medida que podamos adaptarnos a ella.
Aquí, tres consejos para ayudarte a dejar atrás el ayer y abrazar el hoy con mucho menos dolor:
1. Acepta
La aceptación es la última fase de cualquier duelo, o al menos así lo propone la especialista Elizabeth Kübler-Ross. Es verdad que dejar atrás la juventud, una relación afectiva o cualquier otro aspecto importante de la vida no es una tarea fácil, pero el dolor de aferrarse a algo que ya no es puede volverse insoportable.
Aceptar también incluye las cosas que no podemos cambiar, como la llegada del Covid-19 y sus efectos. Nadie esperaba que tuviéramos que quedarnos en casa más de tres meses y, mucho menos, que después de ello muchas cosas cambiarían y otras desaparecerían para siempre; pero si no aceptamos esta realidad, ¿cómo podremos cuidar de nosotros y de las personas que amamos?
El pasado siempre será parte de nosotros y nos hace las personas que somos, así que dejarlo donde debe estar no significa perderlo. No puedes cambiar el pasado, pero sí puedes tomar decisiones hoy.
2. Ánclate en el presente
Es difícil dejar atrás el pasado en ausencia de una visión positiva. Por ejemplo ahora, cuando voy a la tienda, me doy cuenta de cómo todo cambia con mucha rapidez: en poco tiempo he visto la transición de tapabocas a caretas, de taches puestos en el piso con cinta adhesiva a vinilos, de personas sin cubrirse por la calle a personas más conscientes. Y ver eso ha sido satisfactorio.
Para anclarnos al presente es necesaria una especie de inversión o un entusiasmo por algo que pueda proporcionar la energía y voluntad necesarias para salir del pasado. Puedes, por ejemplo, empezar a tomar clases en línea para obtener un segundo título universitario: lo que decidas hacer debe proporcionarte una meta en la que enfocarte y esto te ayudará a salir de las arenas movedizas del ayer.
Cuando te permites participar en nuevas actividades, inspiras nuevos pensamientos y conoces a nuevas personas, aunque sea a distancia. Puede que nuestras nuevas actividades no sean lo que solían ser o lo que esperábamos, pero la acción puede hacernos avanzar con alegría y abrirnos a nuevas oportunidades.
3. Aprende a perdonar
El resentimiento y la falta de voluntad para perdonar te mantendrán encerrado en el pasado y te impedirán seguir adelante con tu vida. La paradoja es que cuando perdonas no lo haces por la otra persona: en realidad lo estás haciendo por ti mismo.
Carl Jung dijo: “No soy lo que me pasó, soy lo que elijo ser”. Hay una lección en eso para todos nosotros: trata de dejar de lado lo que sea que te impida experimentarte a ti mismo. Probablemente te darás cuenta de que no eres lo que otras personas dicen que eres; no sólo eres tu dolor, ni tu pasado o tus emociones.
Las ideas negativas sobre ti mismo y el diálogo interior hiriente te impiden llegar a lo que realmente quieres ser, pero puedes iniciar perdonándote por eso. Ten en cuenta que el miedo siempre tiene un objeto: si le temes al cambio o al futuro, seguirás atascado en el pasado, pero tu vida no se pondrá en pausa.
[1] Foster PS, Hubbard T, Campbell RW, et al. Spreading activation in emotional memory networks and the cumulative effects of somatic markers. Brain Inform. 2017;4(2):85‐93. doi:10.1007/s40708-016-0054-2.