Detalle de “El aquelarre” (1797, 1798), de Francisco Goya. Dominio Público.

La magia fue considerada una de las armas más peligrosas que utilizaban las mujeres en la época colonial para resistir órdenes y los deseos del hombre.
Steve Stern
Las brujas son aquellas que se atreven a romper las leyes de la Naturaleza, pues la mujer, ante todo, debe tener una vida piadosa que se limite a: servir a su esposo e hijos, servir a Dios y a la comunidad, acudir a misa, rezar el rosario y hacer obras de caridad. Quien contradiga este mandato, atenta contra las leyes naturales.
Las brujas en la Nueva España:
- Son mujeres que se juntan con otras mujeres y que tienen pacto con el Diablo.
- Se reúnen en la noche.
- Son amantes de los maleficiados.
- Vuelan.
- Se convierten en animales.
- Producen enfermedades en los maleficiados [1] .
El presente relato está basado en un caso que fue denunciado como delito de brujas en la Nueva España. El documento se encuentra en el Archivo General de la Nación, en la Ciudad de México, en el ramo de Inquisición. La doctora en historia Lourdes Somohano [2] realizó la investigación y compartió la información recabada.
3 de abril de 1730, en lo que ahora es Santiago de Querétaro.
La niña despierta horrorizada. Su hermano, Mariano, con un llanto desesperado, pide leche.
“¡Amá!, ¡Amá!”, suplica la niña, pero todo en la pequeña choza que habitan cerca del río es silencio. Pero no es silencio, pues se escucha el goteo constante del agua en la jarra de barro y también el ocasional canto de los gallos. No pasan de las dos de la mañana.
Juana se levanta y va a ver a su hermano, que llora envuelto en dos sarapes sobre el petate en el que su mamá no duerme. La niña intenta calmar al niño, pero el lactante continúa con un llanto frenético, desesperado y ella, agobiada, sale a buscar a su madre.
No la encuentra, pero escucha, a lo lejos, ruidos confusos, voces apagadas, risas contenidas. Regresa con Mariano, que ahora chupa desesperado el puño de su mano; lo envuelve cerca de su pecho infantil y lo arrulla mientras gruesas gotas saladas resbalan por sus mejillas.
Amanece y el sonido de Mariano mamando la tranquiliza. Ha regresado. El bebé es alimentado y ella, confundida, enojada y con la cara llena de preguntas, enfrenta a su madre: “¿Onde andaba, amá, que Mariano lloraba de hambre?” La madre, Teresa, le rinde una tremenda bofetada que le deja hormigueando la mejilla. Juana se lleva la mano al rostro y sale de la choza. No hay respuestas en su mente infantil, pero sabe algunas cosas:
- Su madre se ausenta en las noches.
- Cuando esto ocurre, su hermano se queda con hambre y ella es quien debe consolarlo.
- Escucha ruidos extraños de animales que vuelan por encima del tejado cuando su madre no está.
La niña, enojada, confundida, sale de la choza con la mano en la mejilla a la luz plana del mediodía. Su paso es acelerado, decidido. Sabe lo que debe hacer y toca la puerta de madera de la casa de Don Luis de Jesús Terán, el operario de la Inquisición.
—Mi amá es una bruja.
—A ver, niña, a ver, pase y me dice.
La niña se sienta en una de las sillas de mimbre, mueve sus pies descalzos sobre el piso de tierra, jala la tela de su vestido bordado, se traga las lágrimas y continúa.
—En la noche se va y deja a mi hermano llorando, luego oigo ruidos y veo animales que vuelan por la casa.
El comisario toma nota, serio, en su libreta de trabajo.
—¿Ha visto alguna luz? —pregunta el señor.
—No.
—¿Está segura? Las brujas a veces se ven como luces.
—A pue sí, unas luces también —afirma la niña.
—Hable, niña —solicita el operario de la Inquisición con seriedad absoluta.
—Mi amá sale a volar en las noches y causa maleficios, siempre. Desde que apá murió, ella sale. Ella no asiste diario a misa, no reza el rosario y no la he visto hacer caridá. También escucho risas y voces y veo animales estraños que vuelan por ahí, y luego veo luces y mi amá regresa en la mañana y no me dice más nada.
—Muy bien, niña, has hecho bien en venir conmigo. Vamos a resolver este caso.
Lo más importante ahora es que reúnas evidencias: monos y ungüentos, ¿entiendes?
—Sí, señor.
La niña sale de la casa de Don Luis, confundida, pero un poco menos enojada. Luego, regresa a la choza, en donde su madre arrea a la única borrega que tienen. La mira con ojos humeantes y le pregunta: “¿Onde andabas, mocosa?”
La señora Teresa es tomada prisionera en la cárcel de la Inquisición, desde donde asegura que ella no sabe nada de brujería, que ella no es mala, que es buena, pide que le perdonen…

[1] Somohano, Lourdes, Las brujas, pp. 61-65.
[2] Agradezco a la doctora Somohano por la información proporcionada para redactar este texto.