Seguramente has conocido a personas que, sin saber por qué motivo, te generan confianza, sientes como si las conocieras de toda la vida y no tendrías reparo en platicarles cosas que quizá no le contarías ni a tus familiares, amigos o personas de tu círculo más cercano; otras, en cambio, te producen desconfianza sin siquiera conocerlas, como si una “voz interior” quisiera advertirte de un posible daño físico o psicológico.
Según algunos estudios, esto se debe a una contradicción entre la comunicación verbal y el lenguaje corporal, también conocido como kinésica o cinética, el cual consiste en gestos y movimientos corporales —muchas veces, involuntarios e inconscientes— que transmiten información acerca de quien los realiza. Debido a la abundante información que circula en internet, el estudio y la interpretación de este lenguaje se ha popularizado; sin embargo, hay que distinguir esta información de los estudios científicos serios que se han hecho al respecto, y no tomar al pie de la letra todo lo que leemos. Dicho esto, veamos las siguientes ocho claves del lenguaje corporal y lo que somos capaces de comunicar e interpretar de manera no verbal a través de ellas, ya sea durante una entrevista de trabajo, una cita amorosa o en una simple plática entre amigos.
1. La postura
Existen ciertos gestos que la gente adopta cuando desea proyectar liderazgo, ya sea de forma innata o aprendida: la postura erguida, los hombros echados hacia atrás, caminar con propósito y abriendo los brazos, de manera que parecieran querer ampliar el espacio que ocupan; esto se debe a que el cerebro equipara el poder que se ostenta con el espacio que ocupan las personas —lo mismo sucede entre los animales, en especial los simios, los cuales para demostrar poder yerguen la espalda, levantan los hombros, agitan sus brazos y ululan.
Estudios realizados en la Universidad de Harvard han demostrado que este tipo de gestos —como la pose en V, con las piernas abiertas— aumentan la producción de testosterona hasta en un 20 por ciento, mientras que una pose de poco poder, como cruzar los brazos, la disminuye en un diez por ciento e incrementa la produción de cortisol, la hormona del estrés.
2. Saludo de manos
En este ritual, tan antiguo como la humanidad, la mayor parte de las reacciones son inconscientes; sin embargo, un saludo dice mucho del rol que tienen los dos involucrados. Al iniciar el saludo, quien estira la mano primero es la persona que dominará el saludo; si se ofrece la mano con la palma hacia abajo, esto establece dominación; si se ofrece en posición horizontal, quiere decir que considera al otro como su igual, y si, por el contrario, se ofrece con la palma hacia arriba, comunica sumisión —que puede ser relativa, pues hay personas con poder que lo hacen para hacer sentir cómodo a su interlocutor. De igual modo, la fuerza y la presión del saludo determinan quién es la persona que tiene mayor estatus, y quien aprieta más fuerte la mano del otro busca demostrar confianza en sí mismo… pero muchas veces provoca la sensación contraria.
3. Los brazos y piernas
Los brazos y las piernas cruzados son barreras físicas y mentales que se colocan cuando nos sentimos a la defensiva. Esto se debe a que, a nivel inconsciente, buscamos proteger nuestros órganos vitales, y por eso los brazos se cruzan a la altura del corazón y los pulmones, como los simios lo hacen cuando son atacados. En su libro Cómo leer a una persona como a un libro, Henry H. Calero y Gerard I. Nierenberg describen un experimento que consistió en grabar en video dos mil negociaciones en las que ellos mismos intentaban vender un libro, y notaron que las personas que cruzaban sus extremidades eran las que no lo adquirían.
4. La sonrisa
Cuando se trata de sonreír, la boca puede mentir… pero los ojos no. Al sonreír de manera sincera, se exponen los dientes superiores y se entrecierran los ojos por la elevación de los pómulos; ésta es la principal diferencia con una sonrisa fingida, pues los músculos orbiculares de los ojos no se controlan conscientemente. Pero no sólo los humanos fingimos sonrisas: los simios lo hacen también, para demostrar que no son una amenaza para los machos alfa o las hembras. Michael Bernstein, de la Universidad de Miami, afirma que esto se debe a que, para sobrevivir, nuestros antepasados debían integrarse a una tribu, así que los individuos ajenos tenían que demostrar que no eran una amenaza para el grupo para ser aceptados.
5. Imitar el lenguaje corporal
Siempre se nos ha dicho que imitar a los demás está mal, pero eso no siempre es cierto. Si alguna vez, durante una conversación, tú y tu interlocutor empezaron a imitarse el uno al otro, como si estuvieran reflejándose un espejo, esto es algo bueno, pues sucede cuando sentimos un vínculo con la otra persona y es una señal de que la conversación va bien y de que la otra parte es receptiva a lo que se dice. Cuando dos personas están de acuerdo o comparten una misma idea, sus posturas serán iguales; esto es conocido como “efecto espejo”.
6. Los ojos
Cuando hacíamos alguna travesura y nuestros padres querían saber si mentíamos o no, apoyados en la creencia de que es difícil mantener la mirada de alguien cuando le mientes, nos decían: “¡Mírame a los ojos cuando me hables!”. Y de cierta forma tenían razón, pero esto no es necesariamente cierto, pues, contrario a lo que se cree, un mentiroso no siempre evita el contacto visual. Es verdad que los humanos rompemos el contacto visual cuando estamos mintiendo, pero también cuando queremos recordar algo; además, está demostrado que cuando mentimos intentamos compensarlo manteniendo un contacto visual más prolongado para parecer más sinceros.
7. Las cejas
Cuando uno habla con alguien, normalmente se puede detectar si está interesado en lo que está escuchando o no: un modo de demostrar interés es alzando las cejas, pero no todo el tiempo, ya que esto sería una señal de incomodidad. Si alguien que habla contigo levanta las cejas sin motivo aparente, está sucediendo algo más. La profesora Susan Whitbourne de la Universidad de Massachusetts dice que la preocupación, la sorpresa o el miedo pueden causar que la gente levante sus cejas por incomodidad. Así que si alguien te dice que “todo está muy bien” y levanta las cejas, tal vez no está siendo sincero.
8. Las palmas abiertas
Según Barbara Pease y Allan Pease, autores de El libro definitivo del lenguaje corporal, las palmas abiertas se asocian a la honestidad, la lealtad y la sumisión. Por eso es que, en algunos juicios, los acusados y testigos juran decir la verdad poniendo una mano sobre un texto religioso y levantando la otra con la palma dirigida hacia la persona que solicitó el juramento. Este gesto lo heredamos de nuestros antepasados y lo compartimos con los simios, que lo realizan para pedir ayuda, permiso a los machos alfa o para fines reproductivos.
Según el pionero en kinésica Albert Mehrabian, durante una conversación sólo el siete por ciento de la comunicación emocional se transmite verbalmente —el resto se divide en cincuenta y cinco por ciento de lenguaje no verbal, y treinta y ocho por ciento de lenguaje paraverbal. En conclusión: si bien no es posible leer los pensamientos “como si fueran un libro”, se puede aprender mucho de alguien por su lenguaje corporal. Y aunque no se trata de una ciencia exacta, y los gestos o movimientos corporales pueden tener múltiples interpretaciones, lo cierto es que podemos aprender mucho de ellos para mejorar nuestras habilidades sociales.