Es muy común que en las primeras semanas del año hagamos una lista de objetivos para mejorar nuestra vida, tales como terminar la tesis, reordenar la casa, hacer ejercicio, dejar de fumar o perder peso. Pero también es común que, a medida que pasa el tiempo, estas metas empiecen a tornarse más difíciles de lo que pensábamos, y por eso es que aplazamos su inicio, las descuidamos y la motivación acaba desvaneciéndose en un lapso aproximado de tres meses.
¿Te has preguntado qué nos hace desistir tan fácilmente? A veces, en realidad no deseábamos tanto nuestros objetivos o simplemente nos invade el pesimismo y la desidia. Lo cierto es que la mente humana prefiere las tareas que no requieren tanto esfuerzo y está programada para optar por el camino más fácil y que dé satisfacción inmediata. Y justamente eso es lo que debemos aprender a combatir, entendiendo que, de entrada, cada propósito nos hará sufrir de una u otra forma.
Por ejemplo, si quieres cambiar de régimen alimenticio e iniciar una dieta, tu economía se va a ver afectada al tener que desechar los productos que tenías y gastar en alimentos de mayor calidad, además del hambre que tu cuerpo resentirá en las primeras semanas, de que tendrás que renunciar a la comida chatarra y de que estas situaciones te pondrán irritable. Todos esos malestares pueden hacer que tu mente flaquee y pienses que “estabas mejor antes de iniciar este proyecto”.
Es en ese momento cuando necesitas un método claro y efectivo para lograr tus objetivos y programarte para el éxito, aunque la mente te pida hacer un mínimo esfuerzo o, de plano, claudicar. Aquí van seis consejos para lograrlo:
1. Enfocate en tu objetivo
Una de las primeras cosas que debes eliminar de tu rutina es la procastinación, que consiste en aplazar las tareas que representan un reto; para ello, necesitas asumir la situación y crear estrategias para concentrarte en las consecuencias positivas que te traerá la consecución de tu objetivo, aunque la tarea necesaria no sea agradable de realizar. En otras palabras, pon tu atención en la meta más que en el esfuerzo que tendrás que hacer para llegar a ella.
2. Ten objetivos claros y medibles
Cuando tus metas son cuantificables o medibles, tienes una mayor probabilidad de alcanzarlas, ya que se trata de objetivos claros y bien establecidos. Para ello, puedes usar el método SMART que, por sus siglas en inglés, se refiere a: Específico, definido e identificado con claridad; Medible, ya sea numéricamente, en tamaño o grado; Alcanzable, debe ser realista y estar dentro de tus capacidades; es importante establecer mecanismos para medir que sea posible; Relevante, conforme a tu contexto y necesidades; y, por último, Limitado en el tiempo, que implica establecer los momentos y la periodicidad para evaluar tu objetivo.
Un ejemplo de lo anterior sería: “He subido de peso, me siento y me veo mal; por eso dejaré la comida chatarra, trotaré treinta minutos tres veces a la semana y me pesaré cada lunes hasta bajar cinco kilos, en un plazo máximo de tres meses”.
3. No dejes que el miedo sabotee tus planes
El miedo al fracaso, tus inseguridades, las dudas sobre los planes, la idea recurrente de que no vas a conseguir tus objetivos tal como los soñaste y otros temores pueden abrumarte en cualquier momento, si permites que eso suceda. Evítalo manteniendo una actitud positiva, a sabiendas de que la tarea es complicada y de que tendrás que dedicarle tiempo y esfuerzo —en cierto modo, la pasarás mal—, pero con el convencimiento de que, si te concentras y trabajas en ella, llegarás a tu meta.
4. Crea metas y celebra tus pequeños logros
Existe una técnica que se llama retroplanning, que consiste en señalar tu meta final y, después, “pensar hacia atrás” o en reversa para identificar cuáles son los pasos para llegar a ella. Esto te permite ver tu objetivo como algo alcanzable, identificar las subtareas y “poner palomita” cada vez que logres una, lo cual te servirá como incentivo a medida que avances por la ruta trazada.
5. Nadie dijo que será fácil: persiste
Es un hecho que tendrás momentos de agotamiento físico y mental, y en ocasiones desearás renunciar al plan y volver a la comodidad; es en ese instante cuando debes ser optimista y persistente. Cuando sientas frustración y poca fuerza para continuar, haz una lista de los motivos por los que definiste tu meta; así verás que es algo que realmente deseas y que su cumplimiento será más satisfactorio que tu relativa comodidad de antes —y que la frustración de no haber persistido.
6. Retoma y no te acostumbres a claudicar
Si por alguna razón abandonaste tu objetivo temporalmente —ya sea que fumaste de nuevo en una fiesta, no fuiste al gimnasio por una enfermedad, o lo que sea—, ¡haz un esfuerzo y retoma! No abandones tus objetivos por una o dos caídas. Piensa que siempre puedes reanudar lo que dejaste y que, por ejemplo, romper la dieta un día no es tan grave como lo sería volver a alimentarte mal todo el año.
Es importante tener en mente que, con cada propósito que concretas, tu fuerza de voluntad se fortalece, por lo que te resultará más fácil alcanzar tus siguientes metas, por muy difíciles que parezcan ahora. Date la oportunidad de disfrutar el haber alcanzado algo y tómalo como una recompensa a tu esfuerzo.