
Este año, sin duda, será recordado como el año de la pandemia. Aún no sabemos cuán grave será el impacto de la crisis sanitaria mundial y de los obligados confinamientos que están paralizando la economía de casi todos los países. Además están el miedo, la incertidumbre y, claro, los muertos y enfermos.
En el ámbito personal, también se prevén graves consecuencias, desde en la economía familiar hasta en la salud mental; todo debido al aislamiento social, la soledad, el hastío y hasta la desesperación que muchos están experimentando estos días —sin contar a las familias y a las parejas que, prácticamente encerradas, están en una convivencia forzada que dista mucho de ser sana.
Pero seamos honestos: la población joven, adulta, soltera y sexualmente activa recordará este tiempo como “la gran abstinencia”. Y es que, en virtud de las estrictas medidas sanitarias que debemos adoptar para evitar la propagación del Covid-19, quienes no tenemos una pareja fija sufrimos de otro tipo de soledad: aquella que anhela la proximidad de otro cuerpo… y debe resistirse.
Pero, a medida que pasan los días, algunas plataformas tecnológicas empiezan a parecer opciones menos descabelladas para atenuar los embates del deseo. Están, de entrada, los portales especializados en material para adultos que, “para que te quedes en casa”, están compartiendo gratuitamente sus contenidos; también están las dating apps —Tinder, la más famosa, Match u OK Cupid—, algunas de las cuales prometen un ‘match’ en un periodo determinado.
Otras opciones son todas las plataformas de videollamadas —WhatsApp, Facebook Messenger, Skype, Google Meet y la debutante Zoom—, que permiten desde tomar un café o una copa virtualmente, compartir una foto —subida de tono o no tanto— o un pack, hasta tener “sexo virtual”, pasando por los emojis eróticos y las diversas vertientes de sexting.
Si se tiene la curiosidad y la paciencia para buscarlos, existen videos y artículos tutoriales en los que expertos del tema —algunos, sexólogos muy serios— hablan de las maneras más seguras y cómodas de iniciarse en estas actividades, toda vez que uno esté decidido a hacerlo. Desde luego, hay que procurar las precauciones necesarias para que nuestra intimidad no acabe en manos de alguien que quiera cobrarnos por no hacerlas públicas.
Algunos expertos en psicología y temas tecnológicos pronostican que, al término de todo esto, habrá una avalancha de divorcios, rupturas y separaciones, precipitada por la convivencia forzada en espacios confinados y sin posibilidad de evadir la triste realidad de que esa persona con la que vivimos ya no es, o nunca fue, aquella con que esperábamos pasar el resto de la vida.
Pero yo preveo otro desenlace paralelo: a lo mejor, en estos ires y venires de imágenes, videos, frases y anhelos compartidos mediante la gran telaraña informática, habrá otra avalancha: una de parejas que se unieron a través de la distancia y la soledad, ayudadas por un dispositivo con cámaras y micrófono.
No por nada estamos en pleno siglo XXI. El futuro es ahora y el cuerpo, el corazón y, claro, otras partes que prefiero no mencionar, lo saben.
