El arte de detectar una sonrisa falsa

El arte de detectar una sonrisa falsa
Rosalía Zeferino Salgado

Rosalía Zeferino Salgado

Mente y espíritu

Una sonrisa sucede en un instante.
Algunas veces su recuerdo permanece para siempre.
Anónimo

La sonrisa es considerada universalmente como la señal que demuestra que una persona se siente feliz. La Real Academia de la Lengua la define como “reírse un poco o levemente y sin ruido; ofrecer un aspecto alegre o gozoso o mostrarse favorable o halagüeño para alguien”.

Dicha concepción de la sonrisa ha dado lugar a frases como: “Sin sonrisa de mujer no hay gloria completa de hombre” (José Martí), “La paz comienza con una sonrisa” (Madre Teresa de Calcuta) o “La sonrisa es una verdadera fuerza vital, la única capaz de mover lo inconmovible” (Orison Swett Marden).

Éstas y muchas otras frases célebres intentan demostrar el lado sublime de la sonrisa, la magia que puede desatar. William Shakespeare prefirió mostrar la ambigüedad de este gesto. Puede uno sonreír y sonreír… y ser un canalla”, “Hay puñaladas en las sonrisas de los hombres; cuantos más allegados éstos, más peligrosas aquéllas” o “Hay sonrisas que hieren como puñales”. No hay crueldad en las palabras del dramaturgo inglés. Como buen escritor, conocía las emociones y pasiones humanas y sus muy contradictorias manifestaciones.

Aunque la sonrisa es considerada por la mayoría como un acto muy natural e instintivo que no requiere de mayor explicación, se han realizado estudios que demuestran que sus causas y consecuencias no son las mismas en todas las personas. Los primeros estudios científicos sobre la sonrisa fueron realizados por el neurólogo francés Duchenne de Boulogne, en 1862. Boulogne llegó a la conclusión de que la sonrisa está controlada por dos conjuntos de músculos: los que se extienden por la parte lateral de la cara y conectan con las comisuras de la boca, jalándola hacia atrás para dejar al descubierto los dientes y aumentar el tamaño de las mejillas; y los que tiran de los ojos hacia atrás, estrechándolos y provocando las llamadas “patas de gallo”.

Descubrió que los músculos de la boca se controlan y pueden producir falsas sonrisas. Por el contrario, los que se ubican en los ojos actúan independientemente y revelan las verdaderas intenciones de una sonrisa. De modo que para verificar la sinceridad de una sonrisa, lo primero que hay que hacer es mirar las comisuras de los ojos, donde se forman las arrugas. Una sonrisa de felicidad no sólo muestra las comisuras de los labios hacia arriba, sino que además contrae los músculos ubicados alrededor de los ojos. Una sonrisa forzada o falsa sólo necesita de unos labios sonrientes.

En el siglo XX, el psicólogo Paul Ekman reconsideró la “sonrisa de Duchenne” y, mediante su sistema de codificación de la acción facial, confirmó que las sonrisas genuinas hacen que los músculos de la boca se muevan, las mejillas se eleven, los ojos se entrecierren y suban, y las cejas se hundan levemente.

Muchos pensarán: ¡qué complicado es diferenciar una sonrisa verdadera de una falsa! Esto se debe a que la mayoría de los seres humanos nos conformamos con que nos sonrían y ya. Para facilitar dicha tarea, el Dr. Ekman realizó la siguiente clasificación:

  • Sincera. Se mueven los músculos de la boca y de los ojos. Las mejillas se elevan y salen “patas de gallo”.
  • Amortiguada. El sujeto intenta disimular la intensidad de sus sentimientos apretando los labios. Salen “patas de gallo” y se estiran las comisuras de la boca.
  • Falsa. Aprieta y estira los labios. Sólo se estiran los músculos de la boca, lo demás permanece inerte.
  • Burlona. Los labios se elevan en un ángulo muy pronunciado. Insolente.
  • Desdeñosa. Es la famosa boca torcida. Su objetivo es transmitir un único  mensaje: sarcasmo.
  • Temerosa. Los músculos de la boca se mueven hacia las orejas. Los labios parecen formar una línea recta.
  • Triste. Es asimétrica y prolongada. Parece que una parte de la boca está hacia arriba y otra hacia abajo.
Es importante que la sonrisa forme parte del repertorio de nuestro lenguaje corporal

Las investigaciones de Boulogne y Ekman ofrecen claves importantísimas para comprender lo que muchas veces, de manera inconsciente, detectamos cuando nos sentimos incómodos con ciertas personas, aunque éstas se muestren sonrientes.

La sonrisa tiene su lado irónico. Siempre que se ofrece una sonrisa, el otro hace lo mismo en una acción de imitación, aunque ambas sean sonrisas falsas. Al respecto, la profesora Ruth Campbell asegura que en el cerebro existe una “neurona espejo” que provoca una reacción instantánea. Nos demos cuenta o no, copiamos automáticamente las expresiones faciales que vemos.

Es importante que la sonrisa forme parte del repertorio de nuestro lenguaje corporal, ya que influye directamente en la oportunidad que otros nos den para acercarnos. Debemos tener muy claro que, aunque la sonrisa es el mejor detonante para iniciar una buena comunicación, una “mala sonrisa” puede generar el efecto contrario. Como reza el dicho tibetano: “Cuando le sonríes a la vida, la mitad de la sonrisa es para tu rostro y la otra mitad para el rostro de otra persona”.

Cierre artículo

Recibe noticias de este blog