El “efecto halo” y el egocentrismo entre artistas y músicos famosos

El "efecto halo" y el egocentrismo entre artistas y músicos famosos
Karina Licea

Karina Licea

Es un hecho que la autoestima nos alienta en la persecución de nuestros logros y nos ayuda a vencer los miedos; pero, también, que ésta fácilmente puede confundirse con el egocentrismo, un rasgo que juega en contra nuestra si no sabemos gestionarlo. En el caso de los artistas, el ego los impulsa hacia la grandeza, pero se convierte en un arma de doble filo cuando se pierde el suelo, hay una desconexión de la realidad y se actúa a partir de la soberbia y de un sentido de superioridad alimentado por lo que, en psicología, se llama “efecto halo”.

El “efecto halo” es un fenómeno psicológico que nos lleva a suponer atributos, capacidades y destrezas en una persona, sólo por una primera impresión o por una cualidad sobresaliente; o sea, creemos que alguien es bueno, inteligente o capaz en algún campo específico en virtud de una cualidad extraordinaria —o, incluso, por una idea previa— sin comprobarlo y sin más argumentos para sustentarlo.

Esta trampa de nuestra mente se queda con el primer vistazo para generar juicios de valor acerca de la persona. En el caso de las estrellas musicales y los artistas famosos, a menudo los consideramos brillantes, empáticos, conscientes o moralmente superiores sólo por su talento, aunque la verdad sea distinta: al percibir la genialidad de su arte, el espectador idealiza la imagen, las ideas y la vida privada del artista, incluso fuera del estudio o del escenario.

Este fenómeno se presenta porque nuestro cerebro es práctico y todo el tiempo busca atajos para crear conexiones cerebrales más rápidas, automatizando ciertos procesos de evaluación; el ejemplo más sencillo es una persona hermosa o atractiva: su belleza nos ciega al punto de asumir que es un ser admirable, bondadoso y agradable. Lo mismo nos sucede con los músicos cuya obra nos embelesa tanto que asumimos que todos sus demás aspectos también son dignos de la misma admiración.

En la literatura, hay ejemplos claros de este “efecto halo”: por la influencia de su poesía en la lengua inglesa, las opiniones antisemitas de T. S. Eliot —autor de La tierra baldía (1922)— fueron pasadas por alto en su tiempo; y Gustave Flaubert, autor de Madame Bovary (1856), en sus viajes por Medio Oriente tuvo encuentros con prostitutas y trabajadores sexuales hombres, de los que hablaba abiertamente sin menoscabo de su prestigio en la literatura francesa.

T.S. Eliot
T.S. Eliot

Hablando de la industria musical, la percepción pública es esencial para el éxito de un intérprete; por ello, a veces los músicos buscan cautivar a sus seguidores y a la prensa desde el lugar equivocado. Supongamos que un artista nuevo logra que una de sus canciones románticas se vuelva un éxito global: al oírlo, la gente puede pensar que, además de talentoso, el cantante es un hombre sensible por lo que dice en su canción; si a esto añadimos la influencia de los medios que refuerzan su lado más brillante, el resultado es una imagen idealizada y perfecta en la que el artista se queda encerrado. Llegado ese punto, él creerá en esa imagen tanto como la gente y la prensa, y así la confianza cultivada se vuelve arrogancia y egocentrismo.

Está bien que un artista confíe en sí mismo, en lo que dice y hace; pero al excederse en esa autopercepción, se siente superior a los demás y el “efecto halo” entra en juego: el público y la prensa, influidos por su genialidad y sus éxitos comerciales, desatienden la arrogancia —y la ignorancia— del artista y dan un crédito exagerado a sus opiniones y acciones fuera de la escena musical.

En la industria actual existen infinidad de ejemplos de artistas que se perdieron en su ego y el “efecto halo”. Uno de ellos es el rapero estadounidense Kanye West, quien ha demostrado su impecable capacidad como productor musical con álbumes como My Beautiful Dark Twisted Fantasy (2010) y The Life of Pablo (2016); pero, también, durante años ha lanzado polémicos comentarios sobre temas raciales y políticos que tanto la prensa como sus seguidores justifican o perdonan por la admiración que sienten. En este 2025, West perdió un contrato millonario con Adidas por un tuit antisemita y protagonizó un escándalo en la alfombra roja de los Grammys cuando su esposa, Bianca Censori, apareció desnuda bajo un vestido totalmente transparente. Estas conductas reflejan un ego distorsionado por el “efecto halo”.

Otro caso notable es el de Beyoncé: además de sus numerosos éxitos comerciales y su inmensa fortuna personal, la carrera de la “Queen B”ha sido premiada en muchas ocasiones debido a su talento vocal y presencia escénica, convirtiéndola en una figura mítica dentro y fuera de la industria. Esto la ha hecho blanco de teorías conspirativas como la llamada “Maldición de Beyoncé” —la creencia de que debes agradecerle a la artista por tus logros… si no quieres desaparecer— y escándalos como el de las lujosas y exclusivas fiestas llamadas “freak off parties” que organizaba Sean Combs —mejor conocido por sus alias Puff Daddy y P. Diddy— y en las que ella y su esposo, Jay Z, se vieron involucrados. En ambos casos, el poder y la influencia de la cantante justifican sus declaraciones y acciones, aunque sean inmorales, y el problema se agrava cuando éstas se toman como signos de empoderamiento femenino y no de un ego desmesurado y alimentado por una constante adulación.

P. Diddy
P. Diddy

Los artistas que caen en este juego corren el riesgo de estancarse artísticamente, pues la creencia en su grandeza cancela la autocrítica y el ánimo de mejora, y la adulación constante perjudica su percepción de la realidad, nutriendo la soberbia y el egocentrismo. Así, la relación entre el talento, el ego y el “efecto halo” se puede convertir en un círculo vicioso al que cualquier persona exitosa está expuesto.

En sí mismo, el “efecto halo” no es negativo, pues genera entusiasmo y lealtad entre los oyentes, y es clave para el éxito inicial de un artista. Pero el verdadero arte florece cuando el ego está al servicio de la creatividad y no al revés, del mismo modo que la humildad —incluso ante el éxito abrumador— es fundamental para el crecimiento y la longevidad de una carrera musical. ¿O tú qué opinas?

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