
A estas alturas, todos hemos oído hablar de la inteligencia artificial o IA, por sus siglas en español. Su irrupción en campos tan diversos como el comercio, la generación de contenidos, la industria, la educación y hasta la medicina, ha transformado la forma en la que se accede, se procesa y se genera conocimiento. En el campo académico, los chatbots y otras herramientas han facilitado la investigación; sin embargo, muchos se preguntan si el uso de la IA conduce, en mayor o menor grado, a la superficialidad en el aprendizaje.
La promesa de la IA en la investigación académica

La IA ha demostrado ser una herramienta poderosa para automatizar tareas repetitivas, organizar grandes volúmenes de información y generar contenido de manera eficiente. Al respecto, un artículo realizado para la Revista Iberoamericana de Estudios en Educación hace un planteamiento interesante, pues afirma que la IA no sólo agiliza la investigación, sino que también democratiza el conocimiento, permitiendo que estudiantes con menos recursos accedan a información de calidad; sin embargo, la misma publicación aclara que para lograr una auténtica democratización, el gran reto es garantizar que todos los estudiantes estén en igualdad de condiciones y tengan acceso a los mismos recursos: escuelas, equipos, conexión, aplicaciones y profesores calificados.

A pesar de sus ventajas, como toda tecnología la IA puede presentar problemas. En su artículo “El riesgo de superficialidad en la apropiación de la Inteligencia Artificial (IA) y otras tecnologías emergentes“, Jorge Copello, investigador de la Universidad de Lima, advierte sobre el fenómeno de la “pereza metacognitiva”, que se presenta cuando los estudiantes delegan procesos cognitivos complejos a sistemas automatizados, lo que frustra el desarrollo de habilidades como el pensamiento crítico, la autorregulación académica y la reflexión profunda.
El riesgo no radica en la herramienta en sí, sino en su uso como sustituto del esfuerzo intelectual, del mismo modo que usar un automóvil no es un problema, a menos que dejemos de caminar y nos sirvamos de él para llegar a cualquier sitio. Así, cuando los estudiantes emplean una IA para generar respuestas sin cuestionarlas, disminuye su capacidad de analizar, sintetizar y evaluar información; y según un estudio publicado en el sitio Ithy (2025), este uso superficial de IA deteriora habilidades como la creatividad, la resolución de problemas y la comunicación interpersonal.
IA, ¿aliada o enemiga del aprendizaje profundo?
La clave para evitar la superficialidad en el aprendizaje radica en el enfoque pedagógico: se debe enseñar al alumno a usar la IA como auxiliar y no como reemplazo de sus propios procesos cognitivos para potenciar el aprendizaje profundo. Por eso, en la educación superior es preciso fomentar una cultura que promueva el pensamiento crítico y la reflexión metacognitiva —es decir, “el pensamiento acerca del pensamiento”.
En otras palabras, para evitar el aprendizaje superficial es necesario capacitar a los estudiantes para que usen la IA como una herramienta que simplifica las tareas de investigación, y no como sustituto del razonamiento, del análisis crítico o de la creatividad. Sólo de ese modo se logrará evitar la “externalización” de dichas capacidades —o sea, que el alumno delegue a una herramienta tecnológica el trabajo de pensar, de usar la lógica o de crear.
Es cierto que la inteligencia artificial representa una oportunidad sin precedentes para transformar la investigación académica, pero su uso debe estar guiado por principios sólidos que den prioridad al desarrollo cognitivo integral del estudiante. La superficialidad en el aprendizaje no es consecuencia del uso de IA, sino del modo en que ésta se integra en los procesos educativos; por lo tanto, la solución no es evitar o prohibir su uso en el ámbito académico, sino aprender a convivir con ella de manera crítica, ética y reflexiva.
Esta idea de usar la IA para sustituir a nuestro cerebro me recuerda la introducción del filme sudafricano Los dioses deben estar locos (1980), en la que un hombre saca su auto de la cochera y da la vuelta a la manzana para dejar una carta en el buzón… que está en la acera de enfrente de su casa. Si nos dejamos llevar por la idea de una supuesta “comodidad” al usar una máquina para realizar algo que perfectamente podemos hacer por nosotros mismos, además de perjudicar al medio ambiente y nuestras capacidades físicas e intelectuales, terminamos complicando algo que, en sí, es muy fácil. Ninguna tecnología es mala por sí misma, sólo hay que aprender a usarla de forma que no se vuelva en nuestra contra.

