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¿Los ataques a obras de arte ayudan a crear conciencia ambiental?

¿Los ataques a obras de arte ayudan a crear conciencia ambiental?
Ana Pazos

Ana Pazos

Inspiración

Cuando me enteré de que dos militantes ambientalistas habían arrojado sopa de tomate a Los girasoles de Van Gogh, sentí coraje y ganas de hacerles sufrir la misma suerte a los chicos que, según vi en la foto que acompañaba la nota, llevaban unas camisetas que rezaban “Just Stop Oil”. Me dije: “pero ¿quiénes se creen estos pseudoactivistas que, con tal de obtener sus cinco minutos de fama, destruyeron una pieza icónica de la historia del arte? ¿Y qué culpa tiene el bueno de Van Gogh de nuestra catástrofe climática?”

Dos militantes ambientalistas arrijaron sopa de tomate a "Los girasoles" de Van Gogh

Cortesía de www.theguardian.com

Sin embargo, al descubrir que el cuadro estaba protegido por un cristal, dichos pensamientos se disiparon. Bastó con pasar un trapo por encima del vidrio para que todo volviera a la normalidad en la Galería Nacional de Londres, donde ocurrieron los hechos. No obstante, en un mundo en el que las personas apenas leen los encabezados de las noticias, el suceso se interpretó como una tragedia e incluso como “un acto terrorista”, según la opinión del crítico de arte estadounidense, Jerry Saltz. A pesar del disgusto ocasionado, la pareja de militantes logró que su mensaje se viralizara sin que la obra sufriera daños. “¿Les preocupa más la protección de un cuadro o la de nuestro planeta y nuestra gente?”, gritó uno de ellos y, al conocer todos los detalles de la historia, dicha pregunta me pareció sincera y poderosa.

El periodista Andrés Malm, del periódico The New York Times, entrevistó a Indigo Rumbelow, la organizadora de Just Stop Oil, una coalición de grupos de activistas que busca presionar al gobierno británico para que suspenda las licencias y los permisos en materia de producción de combustibles fósiles. Rumbelow le aseguró que: “Necesitamos romper el espejismo de que todo está bien y la ilusión de la vida normal. El objetivo es saltar a todos los escenarios y crear el suficiente desorden para que sea imposible ignorar el colapso climático en desarrollo.

Activistas pintan 'showroom' de Aston Martin en Londres

Cortesía de www.expansion.mx

La temperatura global ha aumentado una media de 1.1 grados centígrados y, si alcanza los 1.5 grados, nos enfrentaremos a fenómenos extremos como olas de calor, sequías prolongadas y fuertes tormentas, sin mencionar la muerte masiva de bosques, la escasez de cultivos y de agua, la extinción de muchas más especies y el aumento irreversible del nivel del mar. El mundo parece estar a punto de recibir a los cuatro jinetes del Apocalipsis y, no obstante, la mayoría prefiere sonreír e imaginar que no pasará nada.

Desde la última glaciación, hace más de doce mil años, los seres humanos han vivido en una ilusión de permanencia garantizada. Como las guerras, las revoluciones, los desastres naturales y las pandemias no han podido destruir la vida tal como la conocemos, pensamos que ésta persistirá sin importar lo que pase. Quizá sea así, de algún modo. Incluso si la mayoría de las especies se extingue, es probable que las bacterias o las cucarachas sobrevivan hasta que el Sol se convierta en una gigante roja y devore a la Tierra. En el caso particular de la especie humana, si la crisis climática alcanza su punto crítico, seguramente también sobrevivirá, si por especie entendemos a un pequeño grupo de empresarios y políticos con el dinero suficiente para financiar un viaje interplanetario.

Al considerar la urgencia de la causa, el incidente de la sopa de tomate y el cuadro de Van Gogh que en realidad no sufrió ningún daño— parece mucho menos grave. Es importante mencionar que en las últimas semanas otros han seguido el ejemplo de los chicos que irrumpieron en la Galería Nacional de Londres. Dos militantes del grupo ambientalista Letzte Generation lanzaron puré de papas a un cuadro de Claude Monet de la serie Los almiares, el cual también estaba protegido por un vidrio. “Cada vez más personas se niegan a aceptar en silencio la progresiva destrucción y puesta en peligro de la vida humana en nuestro planeta”, dijeron al tiempo que apoyaban las manos en la pared debajo del cuadro. Por otro lado, un par de activistas de Just Stop Oil estamparon dos pasteles de chocolate en la cara de la figura de cera del rey Carlos III, en el museo londinense de Madame Tussauds, al tiempo que le exigían al mandatario “detener las nuevas licencias de petróleo y gas”.

Estamparon dos pasteles de chocolate en la cara de la figura de cera del rey Carlos III

Cortesía de www.reforma.com

Con la misma consigna de Just Stop Oil, otros activistas presionaron a sus gobiernos al desinflar las llantas de más de diez mil autos de lujo alrededor del mundo, y algunos más destruyeron maquinaria y equipo del gasoducto Coastal GasLink, en la Columbia Británica. Si bien la Ley de Reducción de la Inflación recién aprobada en los Estados Unidos promete incentivar las energías limpias, el gobierno estadounidense, al igual que el británico, ha otorgado nuevos contratos de arrendamiento para la explotación de carbono y gas. Así que, ¿cómo no comprender la ira de los militantes ambientalistas? Ellos dominan su tema y están conscientes —mientras los demás nos aferramos a una frágil normalidad— de las consecuencias que habrá si no cambiamos de rumbo antes de que sea muy tarde. Por eso están dispuestos a ser arrestados con tal de hacerse escuchar.

Nos quedan doce años. Si la producción de petróleo y gas no termina antes de dicho lapso, la temperatura global aumentará más de 1.5 grados y ya sabemos lo que ocurrirá. Así que si algunas obras de arte protegidas por cristales resultan afectadas durante la lucha por preservar la vida en el planeta, el precio a pagar constituye una ganga. Por desgracia, como en la película Don’t Look Up (2021), que presenta a una humanidad en negación ante la inminente caída de un gigantesco meteorito, parece que necesitamos de escándalos virales para prestar atención a lo que realmente importa.

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