
Según el Diccionario de Etimologías en línea, la palabra psicosomático fue acuñada por el médico y psicólogo alemán Johann Christian August Heinroth, e introducida en la literatura médica en 1818. El término proviene del griego psiqué, ‘mente’; soma, ‘cuerpo’ y tikos, ‘relativo a’, y originalmente se refería a malestares y angustias emocionales que se manifiestan en síntomas corporales.
Al investigar sobre esta noción, di con tres perspectivas: una puramente clínica, que sólo contempla al estrés como causa; una espiritual o de la medicina alternativa, que interpreta enfermedades y malestares como signos de asuntos mentales o emocionales no resueltos; y otra a medio camino, que toma al cuerpo humano como una unidad cuyos procesos biológicos y psicológicos están interrelacionados. Revisemos brevemente lo que propone cada una.
Enfoque clínico: el estrés como causa
Un documento de la prestigiosa Clínica Mayo define un trastorno psicosomático como cualquier condición física que el estrés mental puede causar o empeorar, debido a que esta condición afecta nuestro cuerpo de muchas maneras y ocasiona diversas afecciones físicas, desde enfermedades cardíacas hasta eccemas. En la medicina moderna, los investigadores debaten cuántas enfermedades en verdad son el resultado exclusivo del estrés y la angustia, pues la mayoría de las afecciones son multifactoriales y nuestros cuerpos son complejos.

Como sea, muchos profesionales de la salud admiten que las enfermedades físicas involucran factores psicosomáticos y que a menudo el estrés las agrava. Algunas de ellas son: la artritis y otros trastornos inflamatorios, la diabetes, la fibromialgia, las enfermedades cardiovasculares, la hipertensión arterial, el síndrome del intestino irritable, la obesidad, las cefaleas tensionales, problemas de la piel como psoriasis y eccema, y los trastornos del sueño. Bajo este enfoque, los síntomas de un trastorno psicosomático varían según la afección física subyacente: por ejemplo, si tienes diabetes, el estrés puede elevar tus niveles de azúcar en sangre y dificultar su control; de igual forma, si tienes problemas digestivos, el estrés y la ansiedad pueden causar brotes de diarrea, hinchazón, estreñimiento o malestar abdominal.
Sobre la causa de los trastornos psicosomáticos, el enfoque clínico considera que algunas personas son más sensibles emocional y fisiológicamente al estrés y, por tanto, son más propensas a padecer trastornos psicosomáticos. Cuando experimentas estrés, éste provoca cambios en el equilibrio del sistema nervioso autónomo, pasando del control parasimpático “descanso y digestión” al control simpático “lucha o huida”. De igual forma, se presentan cambios en el eje hipotálamo-hipofisario-adrenal (HPA) y el sistema endocrino ajusta el equilibrio hormonal en respuesta al estrés, lo cual provoca un aumento en la presión arterial, la frecuencia cardíaca y de la respiración; eleva los niveles de glucosa en sangre, aumenta el flujo sanguíneo a los músculos esqueléticos y lo disminuye en la corteza prefrontal —la parte del cerebro responsable de funciones ejecutivas como la concentración, el control de los impulsos y la regulación emocional.
Si bien la mayoría puede tolerar física y mentalmente breves episodios de estrés, el estrés crónico o severo causa desgaste en el cuerpo y la mente si eres naturalmente más reactivo a éste. Dichos cambios corporales ocurren con frecuencia y/o duran más de lo que deberían y dañan los sistemas del cuerpo.

Enfoque integral: mente y cuerpo como unidad
Un artículo del doctor D. Oken de la Universidad de Pensilvania, publicado en la International Encyclopedia of the Social and Behavioral Sciences, explica que la medicina psicosomática es un campo de las ciencias de la salud basado en los conceptos de que el organismo humano es una unidad y de que los procesos biológicos y psicológicos están inextricablemente interrelacionados en su función. Esta noción contrasta con el modelo biomédico tradicional del siglo XIX, aún predominante, que sostiene que las enfermedades representan patologías celulares u orgánicas derivadas exclusivamente de defectos intrínsecos o agentes biofisicoquímicos externos.
Así, este enfoque ve a las enfermedades como algo que ocurre en las personas y no en sus componentes, a consecuencia de sus interacciones con un entorno informativo, social, cultural y biofisicoquímico, enfatizando que la persona no es simplemente un organismo biológico, sino un ser sensible con motivaciones, pensamientos, sentimientos y relaciones, por lo que la unidad mente-cuerpo y sus fenómenos mentales y somáticos no deben estudiarse por separado. Esta medicina psicosomática no ofrece teorías sobre la naturaleza de los procesos; en cambio, brinda una perspectiva holística para interpretarlos basándose en datos, teorías y técnicas de todos los demás campos relevantes. Así, contrario a la creencia popular, la medicina psicosomática es más un enfoque metodológico que una especialidad médica o disciplina científica.
Enfoque espiritual: la enfermedad como signo
Por último, tenemos una perspectiva espiritual o de la medicina alternativa, la cual a grandes rasgos interpreta la dolencia y el sitio del cuerpo donde se presenta para ofrecer una explicación que tiene que ver con problemas mentales o emocionales no resueltos, los cuales se manifiestan o “somatizan” a través de la enfermedad. En esta línea de pensamiento, un dolor en las piernas tendría que ver con la percepción de “poco avance en la vida”, una jaqueca obedecería al exceso o la rumiación de pensamientos, y la generación de quistes tendría que ver con un rechazo inconsciente a la madre o a la maternidad; entonces, para sanar el malestar, primero habría que dar salida a la causa subyacente.
Esta noción fácilmente puede caer en el terreno de la pseudociencia o de la charlatanería; no obstante, si tomamos en cuenta lo que sostiene el enfoque integral sobre tomar al cuerpo, a la mente, a las emociones y a los procesos fisiológicos como un todo, quizá no deberíamos descartarla del todo: alguien me contó que despertó con zumbido de oídos a la mañana siguiente de haber escuchado dos horas de quejas por teléfono, y yo mismo una vez enfermé terriblemente del estómago justo en el aniversario del rompimiento de mi noviazgo, como si mi cuerpo hubiera querido desechar los últimos rescoldos que quedaban en la mente y el corazón, y que ya estaban haciéndome daño.

Como se dijo líneas arriba, casi todas las enfermedades son multifactoriales, y la mente y el cuerpo son extremadamente complejos; así, quizá valga la pena tener abiertas la atención y la percepción a esas señales sutiles que nos mandamos todo el tiempo y que nos invitan —de formas tan disimuladas como un achaque persistente o un malestar repentino— a atender asuntos que tenemos atorados y que, de una forma u otra, nos impiden alcanzar la plenitud, la tranquilidad y la libertad en nuestra vida cotidiana.



