¿Qué es el estado de “flow” y cómo conseguirlo?

¿Qué es el estado de “flow” y cómo conseguirlo?
Sofía Reyes

Sofía Reyes

Creatividad

Muchas veces hemos oído una conseja popular que dice: “Si las cosas que valen la pena fueran fáciles, cualquiera las haría”, por lo que debemos dedicar mucho tiempo y esfuerzo al mejoramiento personal, así como realizar una serie de “sacrificios” para volvernos buenos en algo. No obstante, un psicólogo que emigró de Hungría hacia los Estados Unidos, llamado Mihaly Csikszentmihalyi, cuestionó este paradigma y, con nociones tomadas de la psicología positiva, desarrolló la Teoría del Flow.

Antes de adentrarnos en esta teoría, cuyo nombre suena al nuevo antro de moda o a un ritmo con cadencia, vale la pena recordar el postulado principal de la psicología positiva, que está influenciada por el concepto de la eudaimonía de Aristóteles: hay que perseguir la felicidad y el bienestar como fines últimos, ya que la insistencia en alcanzar la perfección es algo ocioso; por ello debemos privilegiar el ejercicio de aquellas actividades que nos resultan altamente satisfactorias.

Psicología positiva: hay que perseguir la felicidad y el bienestar como fines últimos

En la década de 1990, el psicólogo estadounidense Martin Seligman le dio nombre al enfoque científico de la psicología positiva, en el que las virtudes y fortalezas son reconocidas con respecto a nuestro potencial como seres humanos, y nos permiten explorar qué nos motiva y hasta dónde somos capaces de trascender en un campo: es decir, en esa actividad o profesión en la que sabemos que, para nosotros, sólo el cielo es el límite.

Entonces fue que Mihaly Csikszentmihalyi puso sobre la mesa su teoría, la cual afirma que todos somos capaces de “fluir” y no tenemos por qué ingresar en laberintos donde mostramos nuestras áreas más débiles para quedar bien con la sociedad. Uno de sus libros, Atrévete a no gustarle a la sociedad, es provocador: afirma que no está mal que haya cosas que nos cuesten trabajo, pues hay otras que nos hacen sentir plenos, las cuales debemos, justamente, dejar fluir.

Csikszentmihalyi sostiene que todos sabemos qué es estar en el Flow, ya que es un rasgo común a la raza humana: una sensación similar a la de estar en una pista de baile imaginaria donde, sin importar quiénes somos, de dónde venimos y qué edad tenemos, nuestro desempeño es ideal, estamos “con todo” y sobresalimos; en resumen, somos felices, porque somos buenos en lo que hacemos y lo disfrutamos, tal como lo pensaba Aristóteles.

El autor pone varias condiciones para llegar al Flow, sostenerlo y que no sea un estado de euforia pasajero o aleatorio: debemos involucramos en una actividad con una meta alcanzable, pero no demasiado fácil, pues el reto evita que caigamos en el aburrimiento; a medida que la tarea se vuelve más compleja, ponemos toda nuestra atención, el entorno pasa a un segundo plano y el tiempo transcurre volando. Cuando esto se cumple, la persona y el Flow son uno mismo, pues la habilidad y el reto que se cumple son de igual tamaño.

Debemos involucramos en una actividad con una meta alcanzable, pero no demasiado fácil

A esto también se le llama “tener una experiencia óptima” y, aunque muchas personas la ubican en el terreno de la creatividad, otras la hallan en el amor. Si queremos reconocer nuestras propias experiencias de flujo, resulta útil hacernos estas preguntas: ¿la actividad generó nuevos desafíos?, ¿nos pareció placentera aun cuando su complejidad aumentó gradualmente?, ¿desarrollamos ideas auténticas en el proceso?, ¿nos permitió crecer cultural y personalmente?

Si la respuesta a estas preguntas es sí, esa actividad está inserta en la Teoría del Flow. Si varias veces contestaron que no, no hay por qué rendirse ni tampoco debemos tachar de ingenuo el pensamiento aristotélico, pues “la felicidad a veces está debajo de nuestras narices”, como dice una canción del grupo Trampolene.

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