¿Te has preguntado por qué en todos los teclados siempre aparecen primero las letras QWERTY? Quizá te sorprenda saber que esta distribución, ideada a finales del siglo XIX, originalmente servía para que las antiguas máquinas de escribir dejaran de trabarse… ¡y vaya que ha funcionado bien, pues siglo y medio después seguimos usando exactamente el mismo teclado!
Para entender bien el origen este peculiar invento, hay que imaginar cómo era una máquina de escribir en aquel tiempo: una pesada pieza metálica de ingeniería mecánica muy compleja, con una palanca o tecla para cada letra que, al ser presionada, hacía que el tipo metálico saliera disparado a gran velocidad para dejar una impresión en el papel.
En las primeras máquinas de escribir, los teclados estaban ordenados alfabéticamente, de la A a la Z, lo cual podría parecer muy lógico desde nuestro punto de vista actual; sin embargo, pronto se descubrió que cuando los operadores empezaban a escribir con rapidez, los tipos metálicos se enredaban o atascaban entre sí y trababan constantemente la máquina.
En 1868, el impresor e inventor estadounidense Christopher Latham Sholes tuvo una idea para solucionar este problema: redistribuyó las letras en el teclado de forma que las combinaciones más usadas en inglés estuvieran lo más separadas posible. En consecuencia, era menos probable que los tipos se trabaran cuando dos o más teclas eran presionadas al mismo tiempo o en rápida sucesión.
La nueva distribución de teclas que inventó Sholes se hizo famosa con el nombre de QWERTY por las primeras seis letras en la fila superior del teclado. Con este diseño, el teclado resultaba deliberadamente incómodo para los dedos de los operadores, lo cual tenía la función específica de frenar la velocidad de escritura y evitar así los atascos: un enfoque puramente práctico e industrial del siglo XIX.
La primera máquina de escribir patentada con el sistema creado por Sholes fue la Remington No. 2 de 1878, la cual también incluía la opción de escribir mayúsculas y minúsculas. Su teclado ya mostraba la distribución en diagonal de las filas de letras para permitir el libre movimiento de las palancas. El éxito comercial de este modelo fue, en gran medida, el impulso para la adopción universal de la distribución QWERTY.
La virtud que adquirió QWERTY fue su universalidad. Se implantó en fábricas, oficinas, escuelas y hogares de todo el mundo. Si viajabas casi a cualquier país, encontrabas linotipos y máquinas de escribir que usaban exactamente la misma distribución: todo un estándar global.
Al introducirse las primeras máquinas de escribir eléctricas, técnicamente no había necesidad de separar las letras del teclado, pues los nuevos mecanismos sorteaban el problema de enredos; sin embargo, para entonces la distribución QWERTY ya era el estándar en el mundo, con mecanógrafos practicando durante horas para escribir eficientemente con ese teclado, de modo que un cambio drástico en la distribución de teclas habría sido un golpe costoso para millones de personas.
A finales del siglo XX, cuando llegaron las primeras computadoras personales, éstas obviamente tenían la distribución QWERTY que cientos de millones de usuarios ya conocían. Hoy día, incluso los teclados externos inalámbricos y hasta los teclados virtuales en pantallas táctiles de smartphones o tablets siguen siendo QWERTY para que sus millones de usuarios los usen de forma intuitiva.
A pesar de la efectividad y la popularidad del QWERTY, ha habido numerosas propuestas de teclados “mejorados” y más ergonómicos, que supuestamente permiten una mayor velocidad y comodidad al escribir. Quizás el más famoso es el diseño Dvorak, creado en 1936, que dispone todas las vocales juntas en la fila central y ubica las consonantes más usadas en inglés bajo los dedos más fuertes y ágiles. Pero todos estos supuestos “teclados del futuro” invariablemente chocan con el mismo problema: cientos de millones de personas acostumbradas, desde hace décadas, al viejo QWERTY.
Por todas estas razones QWERTY, diseñado a propósito hace más de un siglo para ser torpe e ineficiente, sigue siendo el indiscutible rey de los teclados. Queda claro que el poder de la inercia en generaciones de usuarios es tan fuerte que una decisión arbitraria de ingeniería puede convertirse en un estándar universal, simplemente por haber sido la primera opción disponible y por haber sido adoptada masivamente antes que cualquier otra.