Yoga: la unicidad de la existencia

Yoga: la unicidad de la existencia
Juan Miguel Zunzunegui

Juan Miguel Zunzunegui

Inspiración

La unidad es el Paraíso. La dualidad de la mente es la pérdida de ese Paraíso y el origen de la demencia humana. Identificarnos con la mente y sus contradicciones, con sus pensamientos errantes y sus programaciones, con sus patrones y condicionamientos, es el origen del Ego: esa ilusión de estar escindidos del resto de la existencia, de la terrible separación con la unicidad del todo.

El mundo que llamamos pagano no es más que el mundo que la mente humana es capaz de percibir: un mundo de conflicto, de contrastes, de dualidades. La dimensión que llamamos divina no es más que la unidad de absolutamente todo, los contrarios que no se oponen sino se fusionan. La plenitud del Ser.

La identificación con la mente equivale a la expulsión del Paraíso, y es la creación del Ego, que genera la primera dualidad y que nos separa del resto de la existencia. El Paraíso es trascender la dualidad ficticia, creada por la mente para darle espesor al gran vacío de la existencia, y que nos hace vivir en el conflicto. Toda la existencia es una sola cosa. Es imposible comprender el todo desde las partes, comprender el gran vacío desde la ilusión del todo, comprender la unicidad desde un ser que vive en la ilusión de su individualidad. Ésa es la primera dualidad que hay que destruir: el yo contra el resto del mundo.

Con el yoga, fundes tu Yo con el mundo en la unicidad de una sola existencia; fundes el pasado y el futuro en la eternidad del presente, y la idea de Dios y lo pagano con la realidad de una existencia divina. La sabiduría del yoga te lleva a disolver las barreras que te han dicho que existen entre ti y el resto del mundo, a asumir tu divinidad inalienable y a observar la dicha en lo más profundo de esa inefable nada a la que llamamos todo. Puedes destruir la puerta imaginaria que te mantiene exiliado del Edén y descubrir que nunca dejaste el Paraíso.

Yoga simplemente quiere decir “unión”, y se refiere a la unión con la existencia misma. Toda la disciplina y sabiduría del yoga van encaminadas hacia allá, no a que el individuo se una con la existencia misma, sino a que disuelva la ilusión del Ego, que le hace pensar que es un ser aparte, libre de la absoluta interdependencia del ser que es el todo, y descubra que siempre ha existido esa unidad. Como se dice en los Yoga Sutras de Patanjali: “el yoga es el cese de la mente para que la conciencia pueda morar en su propia existencia”.

Por su propia naturaleza, la mente vive perdida en su proceso de eternos pensamientos errantes, nunca puede estar en la quietud del aquí y el ahora, vive en la ilusión del pasado y proyectando ese pasado hacia esa otra ilusión llamada futuro. El yoga es una disciplina para alcanzar una mente estable y no errática, es el arte y la ciencia de vivir en el efímero instante presente, donde no hay sufrimiento, sin expectativas ni frustraciones. Yoga es vivir en la eternidad, libre de la prisión del tiempo, para experimentar tu propia sacralidad y la naturaleza de amor incondicional de la que está hecha toda la existencia.

Pero en occidente, además de ser todo eso, el yoga es una moda y, al serlo, pierde lentamente su ancestral sabiduría, que se disuelve en una cultura que ha aprendido a quedarse en la superficie. Y la superficie del yoga que está causando furor en nuestro lado del mundo son las asanas: las posturas del Hatha Yoga convertidas en una gama de ejercicios aeróbicos que no son yoga en absoluto.

La disciplina del yoga existe en el Indostán desde hace unos 7000 años, y es una reminiscencia del paso humano de lo crudo a lo cocido, de lo animal a lo civilizado, del nómada al sedentario. Aquello no consistía en una serie de ejercicios basados en posturas, sino en una filosofía que incluía el sendero del estudio, la indagación y el discernimiento —Gñaña Yoga—; el sendero de los hábitos y la introspección —Raja Yoga—; el de la devoción y el amor —Bhakti Yoga—; el de la acción sin expectativas —Karma Yoga—; la alimentación adecuada para la salud física y mental —Ayurveda—, el ejercicio y equilibrio de energías —Hatha Yoga— y, por encima de todo, la meditación.

En aquel tiempo, el objetivo de los estiramientos y las posturas era el de preparar al cuerpo y a la mente para sentarse a meditar. Las posturas, entonces, constituían tan sólo una parte de un todo, y eran muy sencillas. Las asanas que hoy se practican se fueron perfeccionando desde el siglo XVI hasta nuestros días, y son la base del yoga que se ha popularizado en occidente.

Yoga es unión y hatha significa “sol y luna”; es decir, la unión del Sol y la Luna, la unidad de los contrarios. Las posturas de hoy, además de preparar el cuerpomente para la meditación, sirven para alinear el esqueleto, fortalecer y estirar los músculos, aumentar la flexibilidad, exprimir órganos, hacer drenajes linfáticos y mejorar la salud y el equilibrio en general.

El yoga, al buscar la unidad, promueve la disolución del Ego y la ausencia de objetivos y expectativas; propicia la aceptación del mundo, de los demás y de uno mismo, así como la eliminación de la lucha y la competencia. Todo ello es necesario para alcanzar el estado de dicha, plenitud y serenidad que nos hace felices, y para lograr el aquietamiento mental que conduce a la iluminación. Pero los occidentales tergiversamos la sabiduría milenaria para convertirla en moda.

Las posturas del yoga generan inmensos beneficios aunque sean practicadas de forma aislada y superficial, pero no son yoga en realidad: son aeróbicos con yoga como pretexto; son Pilates, Bikram, etcétera. Son sistemas para construir masa muscular, endurecer el abdomen y embellecer los glúteos… ¡Vaya!, para aumentar el culto al cuerpo y agrandar el Ego.

En el yoga no se compite, ni contra los demás ni contra uno mismo; no se juzga ni se compara; no se practica con objetivos o expectativas. De lo contrario, deja de ser yoga. Si te enorgulleces por hacer yoga o si te sientes superior por practicarla; si te identificas con ella o la presumes; si la haces con expectativas y deseos, o con objetivos estéticos o físicos… estás haciendo asanas, pero no estás practicando yoga. Estás usando una disciplina encaminada a la eliminación del Ego para hacer el tuyo más grande y refinado. Estás siguiendo la moda y sepultando la sabiduría.

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