Las restauraciones fallidas en el arte

Las restauraciones fallidas en el arte
Yolanda Bravo Saldaña

Yolanda Bravo Saldaña

Miscelánea

El arte de la restauración exige rigor científico y un compromiso ético de quienes ejercen el trabajo, y debe buscarse la fidelidad con el original, sea éste una pieza escultórica, pictórica o arquitectónica. En dicho sentido, las restauraciones fallidas siempre han existido y no es algo que se haya puesto de moda hace poco, como pareciera indicar la viralización en redes que han tenido algunos casos.

Por ejemplo, en el siglo XIX, el famoso escritor y arquitecto especialista en arte gótico Eugene Viollet Le Duc —polémico por su afán en exagerar en materia de rescate arquitectónico— realizó una serie de intervenciones con añadidos en la antigua ciudad medieval francesa de Carcasona; al término de éstas, muchos especialistas se preguntaron si esa ciudad, que fuera el más importante reducto de los cátaros, realmente fue así en sus orígenes.

'La Cité de Carcassonne', Émile Roumens (circa 1901)

Actualmente, organismos mundiales encargados del cuidado, mantenimiento y preservación del patrimonio, como el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios —ICOMOS, por sus siglos en inglés—, en estrecha colaboración con la UNESCO, se han dedicado a emitir una serie de normas y reglamentos que señalan los cuidados que se deben tener en materia de restauración. En este sentido, es famosa la Carta de Venecia, firmada en 1964 y creada para tratar de proteger bienes muebles e inmuebles de manos inexpertas.

Algunos fallidos ejemplos variopintos

Por desgracia, los ejemplos de restauraciones fallidas se siguen dando, cada vez con mayor frecuencia y algunos con mayor repercusión dañina que otros. Ahí está el grave caso que se dio en México en 2013 con la estatua ecuestre de Carlos IV, magna obra del escultor valenciano Manuel Tolsá, conocida popularmente como “el Caballito”, la cual fue tratada por restauradores de manera fallida pues, según el dictamen del INAH, se usó ácido nítrico en altas concentraciones, lo que ocasionó que perdiera la pátina que había adquirido el metal.

Estatua ecuestre de Carlos IV, de Manuel Tolsá

Cortesía del INAH

Otro daño grave fue el que sufrió la famosa máscara de oro de Tutankamón, descubierta en 1922 en el Valle de los Reyes de Egipto. La barba de la pieza se desprendió en octubre de 2015 —no se sabe si por accidente o por un error de manipulación— y fue pegada de modo incorrecto e irreversible con un adhesivo conocido como Epoxi. Ante la indignación mundial, las autoridades responsables negaron lo sucedido y trataron de ocultar los hechos.

Máscara de oro de Tutankamón

El San Jorge de Estella es uno de los casos más célebres de una restauración fallida. Se trata de una escultura de madera elaborada en el siglo XVI del personaje icónico del cristianismo —con armadura, montado a caballo y peleando con el dragón—, que se encuentra en la iglesia de Estella, en Navarra.

En 2018, tras la intervención de un taller de manualidades contratado por el párroco de la iglesia —craso error del religioso—, la pieza quedó deformada: muestra una serie de colores que nada tienen que ver con los originales y sus facciones tienen un gesto bobo. Las imágenes de esta restauración dieron la vuelta al mundo y generaron una ola de memes y notas periodísticas.

El San Jorge de Estella, Navarra

Foto tomada de Twitter

Pero, sin duda, el caso más conocido y viralizado es el de la pintura que representa el momento bíblico conocido como Ecce Homo o “He aquí al hombre”, cuando Jesús es presentado a la muchedumbre por Poncio Pilatos después de haber sido flagelado. Esta pintura mural realizada en 1910 por un retratista español de nombre Elías García Martínez para el Santuario de la Misericordia, en Zaragoza, fue restaurada por la octogenaria Cecilia Jiménez, una vecina del pueblo que se ofreció para la tarea. El resultado es de todos conocido.

Curioso resulta que, a partir de este caso, cualquier restauración fallida se conoce como “El Ecce Homo de…”; así sucedió con las esculturas de la dinastía Tang que se encuentran en las cuevas de Sichuan, las cuales fueron pintadas de colores por cuidadores locales y hoy son llamadas “El Ecce Homo de China”. Otra reciente intervención sucedió en un banco de Palencia: en uno de sus remates, la cara de una de sus esculturas fue modificada de modo que lo que era una adorable jovencita ahora es una cara amorfa de aspecto cubista.

Esculturas de la dinastía Tang, cuevas de Sichuan

Foto tomada de Twitter

Restauración fallida en edificio de Palencia, España

Foto tomada de Twitter

A manera de reflexión

A pesar de lo dramáticas que pudieran parecer estas restauraciones, que se viralizan y generan cientos de memes, las piezas y sus “restauradores” se han vuelto mucho más famosos que las obras originales. Por ejemplo, en el caso del Ecce homo de Zaragoza, se lee que poco antes de la pandemia recibía miles de visitas diarias, como nunca había sucedido antes de su restauración.

En este caso, ya se han hecho peticiones oficiales para que la pieza se quede como está, fea y deforme. Ante dicho suceso, uno se pregunta: ¿qué pensaría el pintor original? ¿De quién es ahora la obra? ¿Sigue siendo considerada una pieza artística? ¿Podría en algún momento ser restaurada y llevada de nuevo a su estatus original? Un nuevo campo en el terreno de la restauración quizás se ha abierto con este tema…

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