
Gracias a Stephen King, aprendí a valorar la imitación: en su libro Mientras escribo,el” Rey del terror” enfatiza que, en una etapa inicial, copiar e imitar es necesario para que el autor encuentre su propia voz; por eso a menudo los aspirantes a escritores comienzan emulando a los autores que admiran. “La imitación estilística es inevitable”, diría King —quien admite haber pasado por dicha etapa— porque los ritmos y patrones de lo que lees se filtran naturalmente en tu trabajoy forman parte de la absorción del oficio. Se trata de una parte del proceso de aprendizaje, como cuando aprendes a tocar un instrumento copiando a otros.
¿Qué ocurre con otras artes? En la pintura, por ejemplo, históricamente la imitación ha sido una piedra angular de la formación artística: desde el Renacimiento, los aprendices pasan años en el taller copiando las técnicas y composiciones de sus maestros, no sólo para dominar la técnica sino para absorber principios estéticos que definen los estilos artísticos; esta práctica permite construir una base sólida sobre la tradición, antes de que el joven artista se aventure a explorar su visión propia. Por su parte, en el teatro el actor novicio estudia las interpretaciones de los consagrados, sus gestos, su entonación y la manera de habitar el mundo de un personaje; este ejercicio no busca crear clones, sino brindar un punto de partida para entender las posibilidades interpretativas y las herramientas disponibles para encarnar personajes.
En la música sucede algo similar: después de adquirir los conocimientos básicos, un principiante aprende a interpretar piezas de otros compositores, un proceso que le permite desarrollar el oído, la técnica y la comprensión de la armonía y el ritmo. Este “mimetismo” inicial, más que ser una copia servil, permite ejercitar las habilidades mediante un aprendizaje intenso y práctico. Más adelante, quienes dan sus primeros pasos en la industria musical a menudo recurren al cover, una palabra inglesa que define la interpretación de una pieza musical previamente grabada.
Para quienes buscan hacerse camino como músicos profesionales, interpretar covers ofrece muchas ventajas: de entrada, permite mostrar el talento ante un público que conoce y aprecia la canción original, y es una excelente forma de hacer “tablas” en el escenario y ganar confianza en las habilidades interpretativas; de igual forma, brinda la oportunidad de experimentar con diferentes ritmos y géneros, y ayuda a los músicos a definir su propio estilo; por último, si se trata de una canción famosa, el cover puede atraer la atención de muchos seguidores, lo que constituye una base sólida para su futuro desarrollo profesional. Así, tocar covers es un trampolín que ha impulsado muchas carreras musicales hacia horizontes más amplios.
Dentro del amplio universo de la música, existe un fenómeno fascinante: el ascenso meteórico de artistas que comenzaron interpretando canciones de otros. En el mundo del rock, bandas tan famosas como The Beatles y The Rolling Stones comenzaron su carrera interpretando covers de artistas consagrados del R&R como Chuck Berry y Little Richard, y de grandes del blues como Muddy Waters y Bo Diddley. En esos mismos años, estrellas del rock ganaron fama grabando covers: Janis Joplin, por ejemplo, hizo grandiosas versiones de “Summertime” —de la ópera Porgy and Bess (1935)— y de “Ball and Chain”, original de Big Mama Thorton.

Otro caso es Jimi Hendrix, cuya reinterpretación de “All Along the Watchtower” de Bob Dylan trascendió el folk rock para convertirse en un clásico del rock psicodélico que, a través del virtuosismo, la improvisación y la experimentación sonora en la guitarra, infundió una energía distinta a la canción original. Algo similar sucedió con la poderosa y sensual versión que Jim Morrison y The Doors hicieron de la canción “Gloria” de Van Morrison.
En el ámbito del R&B, Aretha Franklin también encontró el éxito reinterpretando canciones de otros: el ejemplo más claro es su versión de “Respect” (1967), grabada originalmente por Otis Redding en 1965, la cual le valió dos Grammys, se convirtió en toda una proclama feminista y es una de las canciones más grandes de todos los tiempos, según la prensa especializada. Todos estos artistas demuestran que una visión artística puede transformar una obra existente en algo completamente nuevo y llevar el arte a territorios inexplorados.

Nos damos cuenta de que estos artistas están armados con talento y pasión, cualidades que les permiten transformar sus covers en auténticos homenajes a la música. Otro ejemplo emblemático es el de Whitney Houston, cuya interpretación de “I Will Always Love You” (1992) —originalmente escrita e interpretada por Dolly Parton— se convirtió en un himno generacional y en uno de los singles más vendidos de todos los tiempos, que no sólo superó en popularidad a la original, sino que definió una era y marcó un hito en la historia de las baladas pop en inglés.

Un caso más es el de Selena Quintanilla, quien inició su carrera interpretando covers de canciones en inglés, antes de consolidar su propio estilo y llegar a ser la máxima estrella del Tex-Mex. Más recientemente, el inglés Ed Sheeran demostrado cómo los covers y el poder del internet pueden ser una herramienta poderosa para darse a conocer, pues antes de alcanzar la fama mundial ganó miles de seguidores en YouTube interpretando versiones acústicas de temas populares.
En México, recordaremos que durante las décadas de 1950 y 1960 artistas como Enrique Guzmán, César Costa, Angélica María, Alberto Vázquez y los Teen Tops cimentaron sus carreras con covers de los grandes éxitos del rock & roll de Estados Unidos. Y si queremos un ejemplo más reciente, antes de lanzar sus propios éxitos el Grupo Firme cobró impulso interpretando covers de artistas reconocidos de la música regional mexicana, los cuales les permitieron ganar reconocimiento y seguidores: algunos de sus covers más destacados son “El amor no fue pa’ mí”, de Calibre 50; “Tragos amargos”, de Ramón Ayala y “Tusa”, de Karol G.
Las historias de estos artistas son un testimonio del poder de la interpretación y de la capacidad de reinventar obras maestras, lo cual demuestra que a veces el camino hacia la grandeza comienza con la admiración por el trabajo ajeno. Los covers de canciones famosas no sólo permiten a los músicos mostrar su destreza vocal e instrumental, sino que también establecen un puente emocional con el público, lo que facilita su aceptación y popularización. En resumen, la capacidad de tomar una canción existente y de transformarla en una propia es algo digno de celebrar.
