Mucha gente acostumbra poner un álbum o una playlist de música apacible para conciliar el sueño. Pero, curiosamente, parece que ese hábito más que favorecer el sueño, empeora nuestro insomnio debido a que, sin llamarlo, de pronto nos asalta un gusano auditivo. Y no, no es una lombriz que se alimenta de nuestro cerebro, sino el término para describir una melodía pegajosa que no consigue salir de nuestra mente tras escucharla un par de veces.
El gusano de la oreja, gusano de oído, earworm en inglés o, en términos más técnicos, el Síndrome de la Canción Pegada, se debe a una repetición de imágenes musicales de una melodía o canción muy pegajosa, que es como tener un tic, un incesante loop o un rayón en el disco de nuestros cerebros. Y ahora sabemos que nuestro tarareo incesante no sólo enloquece a los que nos rodean, sino que puede empeorar la calidad del sueño nocturno.
El doctor Micheal Scullin, quien está a cargo del laboratorio de Neurociencia del Sueño y la Cognición de la Universidad de Baylor, en Waco, Texas, investigó qué pasa cuando alguien pone música para relajarse antes de dormir, y encontró que oír música de fondo en esa etapa disminuye en gran medida la calidad del sueño.
La prueba que realizó se bifurcó en dos ámbitos: el primero, con 50 participantes, registró el ritmo cardiaco, las ondas cerebrales, los patrones de respiración y otras variables al dormir; en el segundo, encuestó a las personas para determinar sus hábitos de escucha y la frecuencia en la que aparecían los gusanos de oído en su vida cotidiana.
En el primer grupo, el doctor Sculling explicó que los científicos pusieron tres canciones pegajosas y populares, con versiones originales y otras instrumentales, previo a que los participantes se acostaran a dormir. Luego les pidieron determinar si tenían un gusano de oreja y, después de dormir, los científicos analizaron si había algún cambio en su sueño. Según los resultados publicados en la revista Psychological Science, quienes padecían gusanos del oído tuvieron seis veces más probabilidades de tener una mala calidad de sueño, en contraste con las personas que no los tenían.
Aunado a ello, la sorpresa consistió en encontrar que la música instrumental es más propensa a generar gusanos de oído y a perturbar la calidad del sueño que la música con letra. Además, los participantes que contrajeron un gusano de oreja tuvieron más problemas para conciliar el sueño, pasaron más tiempo en las etapas ligeras de éste y tuvieron despertares nocturnos más frecuentes.
Ese gusano de oído tan molesto se puede eliminar cuando uno logra concentrarse en alguna actividad o tarea que funcione como una distracción más grande en la cabeza, como podrían ser los consejos que da el doctor Scully: dedicar de cinco a diez minutos a elaborar una lista de pendientes para el día siguiente, escribir algunos pensamientos o anotar las próximas tareas, lo cual suma el beneficio de mitigar los pensamientos preocupantes sobre el futuro que experimentamos por la noche. En general, la investigación de Scully se centra en una recomendación: evitar oír música previo a las horas de sueño. Y Mozart es aún peor idea…