En estos aciagos días de pandemia —y, en general, en cualquier momento de la vida—, puede suceder que alguien a quien conocemos esté sufriendo el duelo que deriva de la pérdida de un ser querido. En esos penosos trances, dice la sabia conseja popular, “las palabras sobran”. Pero, ¿qué se puede decir a una persona que sufrió la muerte de una persona cercana?
Sin ser yo psicólogo ni tener conocimientos de tanatología, este tema ha rondado mi cabeza por una razón poderosa: en el lapso de un mes, perdí a mi madre y a la tía que me crió de pequeño, y por ello he sido objeto de numerosas muestras de solidaridad y afecto, así como de frases y acciones que, aunque sin duda han sido bienintencionadas, no resultaron del todo atinadas.
Si bien no hay una fórmula sobre el qué sí decir, creo que la experiencia me deja formar una idea clara de aquello que es mejor evitar. Por ello, me permito enlistar cinco consejos simples para contestar uno mismo la pregunta que planteo en el título de este texto, y unas “frases mágicas” como ejemplo.
Ten cuidado con lo que ofreces
Es muy frecuente que, cuando alguien ha sufrido una pérdida importante, la costumbre nos dicte pronunciar frases de aliento como “Aquí estoy para lo que necesites” o “Si quieres hablar, llámame”. Pero el primer consejo es que uno no debe ofrecer o prometer aquello que no está dispuesto a cumplir.
La idea es sencilla: en estas circunstancias, no debe ofrecerse ayuda a la ligera o si no se tiene la intención o la posibilidad de ayudar a una persona que afronta una muerte en la familia o entorno cercano, pues cabe la posibilidad de que, en efecto, el aquejado te tome la palabra, te solicite algún tipo de apoyo y te veas comprometido en algo que no deseabas… o quedes como hablador.
Lo mismo sucede con la oferta de un hombro para llorar o de un oído “por si necesitas hablar”. En general, a menos que se trate de un pariente próximo o de un amigo cercano, abrir la puerta a los sentimientos profundos implica una relación de confianza, la cual no se construye de un día para otro —amén de que, en general, la gente nunca se hace el tiempo para una conversación real.
Frase mágica: “Lamento mucho lo que te sucedió. Si crees que puedo ayudarte en algo, dímelo y, si está en mis posibilidades, cuenta con que lo haré”.
No digas qué hacer
Cuando vemos a una persona contraída por el dolor, con el rostro ajado o los ojos bañados en llanto, por instinto, empatía o tal vez por incomodidad, nuestra costumbre es intentar atajar esas emociones dolorosas con frases como: “No estés triste”, “Acuérdate de cómo era”, “Piensa que está en un lugar mejor”, “Habla con Dios”, “Agradece que la tuviste” o “No soy quién para decirte, pero…”.
Si uno presta atención, notará que todas estas expresiones en el fondo quieren decir o pueden ser interpretadas como “Lo que tienes que hacer es…”. Y una persona que experimenta el dolor de la muerte, creo, lo último que necesita es un instructivo sobre cómo sobrellevar o manejar sus sentimientos.
A veces olvidamos que es normal estar muy triste, llorar a mares, deprimirse profundamente, sentir rabia o hasta desplomarse cuando uno pasa por estos tragos amargos. Por ello es esencial validar los sentimientos de quien sufrió la pérdida y respetar la forma en que procesa su duelo, la intensidad y la expresión de su dolor. Se trata sólo de contener, de estar ahí y dejar que la emoción salga.
Frase mágica: “No puedo comprender lo que estás pasando, pero, si me permites, puedo compartirte algo que me ayudó en una situación semejante”.
Aprende a escuchar
Muchas veces, cuando la vida nos manda a la lona, uno no necesita oír consejos, sentidos pésames, oraciones o que te mandan abrazos virtuales. A menudo, uno simplemente necesita sentirse escuchado. Y más que eso: sentirse aceptado y no juzgado, comprendido y no señalado; no sólo que nos presten sus oídos, sino que pongan su atención por un momento en nosotros y lo que nos pasó.
Escucha con atención, con paciencia y estando presente para la otra persona todo el tiempo —en otras palabras: haz a un lado tu smartphone. Y si tienes algo importante que decir o compartir, antes de hacerlo lee el siguiente punto.
Frase mágica: “Te escucho…”. Y para que la magia suceda… escucha.
Pregunta antes de opinar
Vivimos en la era de la opinión: gracias a la interacción en redes sociales, mucha gente hoy en día siente que es su derecho opinar sobre cualquier tema. Quizá esto, lejos de estar mal, sea un signo de los tiempos; pero si el tópico tiene que ver con sucesos de tintes trágicos en la vida de los demás, tal vez lo mejor sea apelar a una virtud casi olvidada: la prudencia.
Frases mágicas: “¿Quieres mi opinión?” o “¿Me permites darte un consejo?”. Dos modos de, justo, tomar en cuenta al otro antes de expresar un punto de vista que muchas veces no nos es solicitado. Y la parte más importante será aceptar sin rencor ni sorpresa cuando la otra persona nos conteste con un “No”. Se trata de escuchar al otro o la otra, no sólo de esperar tu turno para hablar.
Respeta su espacio
Por último, a veces los dolientes necesitan compañía, apoyo moral, abrazos y palabras de apoyo. Pero también es común que deseen estar a solas, callados, incomunicados o hasta encerrarse en sí mismos o en su casa como parte de su proceso de sanación. En ese caso, es importante respetar la distancia que marca el otro y permitirle estar con sus propios pensamientos y emociones.
Así, el estar “al pendiente” puede convertirse en una atención excesiva: preguntar con frecuencia cómo va, cómo está o cómo se siente puede resultar exasperante para quien está procesando una experiencia dolorosa. Permite, pues, que el tiempo y el silencio hagan su parte y, si quieres, ofrece ayuda para cuando el otro se sienta listo para salir del trance.
Frase mágica: “Si deseas estar sol@, te dejo; estaré cerca por si me necesitas”.