Raymond Scott y la memoria colectiva

Raymond Scott y la memoria colectiva
Mad hi-Hatter

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Café sonoro

¿Quién fue Raymond Scott? Quizás ese nombre anodino no le traiga nada a la mente, pero le propongo un ejercicio: ¿recuerda usted una caricatura en la que un gato intenta atrapar a un colibrí, y en sus esfuerzos acaba perjudicando a un gran bulldog que le aplica ingeniosos y terribles castigos cada vez que algo le sale mal? ¿Y que sus ruegos —‟¡No, lo de la fuente no! ¡En el nombre de la Humanidad, no!”— estaban musicalizados por una tonadilla recurrente, pegajosa y ominosa? O bien, ¿se acuerda de cuando el gato Silvestre entra a una fábrica de palillos y la producción en serie de éstos se acompaña por exactamente la misma tonada?

Pues esa pegajosa melodía se llama “Powerhouse” y fue compuesta en 1937 por Raymond Scott, nombre que el músico, compositor e inventor Harry Warnow —Brooklyn, 10 de septiembre de 1908— eligió como seudónimo tomándolo al azar de una sección amarilla. Además de esa pieza, muchas otras de sus composiciones fueron adaptadas como música incidental para los Looney Tunes y las Merrie Melodies por otro grande de la música popular: Carl Stalling, a quien mucha gente adjudica esas melodías tan arraigadas en la memoria colectiva.

Raymond Scott fue, antes que nada, un hombre de jazz. Durante las décadas de los treinta y los cuarenta, la música que componía para su quinteto era juguetona, alegre, antisolemne, exótica; una extraña mezcla de jazz tipo Dixieland, swing y ritmos primitivos o importados del Medio Oriente —otra tonada estereotípica, la que uno usa para aludir en general a los árabes, también es de su autoría: “Twilight in Turkey”—, donde el piano, los metales y las percusiones parecen ir corriendo uno tras los otros, disputándose la supremacía. Esas y otras piezas de Scott han sido utilizadas recurrentemente, no sólo en los dibujos animados de la Warner Brothers, sino también en la serie animada Ren y Stimpy (1991-1996) y en Los Simpsons (1989- ).

Pero a mediados de los años cuarenta, la carrera de Scott empezó a alejarse de lo acústico y a decantarse por la experimentación en terrenos electrónicos. En 1946, fundó el instituto Manhattan Research, reconocido como el primer estudio de música electrónica del mundo, y tres años más tarde inventó el Electronium, uno de los primeros sintetizadores de la historia, que se anunciaba como una “compositora automática de música” y generaba melodías y acordes originales mediante secuencias aleatorias de sonidos, ritmos y timbres preestablecidos. En ese mismo 1949 asumió la conducción del programa radiofónico You Hit Parade, que años después contaría con una versión televisiva. Ya en la década siguiente, inventó otros artilugios musicales electrónicos: el Karloff, que recreaba por medios electrónicos cualquier tipo de sonido; el Clavivox, otro prototipo de sintetizador que diseñó junto con el entonces joven Bob Moog —quien más tarde crearía su propia marca de teclados y sintetizadores—, y la Videola, un artilugio que convertía los sonidos en imágenes a partir de espectros electromagnéticos. Poco después, Scott incursionó en la incipiente industria publicitaria, componiendo varios jingles que resonaron en las cabezas de millones de personas en los Estados Unidos.

Scott también fue pionero en la creación de sonidos para bebés que, supuestamente, favorecían su desarrollo intelectual. Algo así como Baby Mozart, pero sólo que Scott lo bautizó como Soothing Sounds for Baby (1963), un LP triple con sonidos diseñados para crear una atmósfera relajante que estimulaba las conexiones neuronales de los pequeños. Esta idea, la de construir un álbum exclusivamente a partir de sonidos incidentales con el fin de relajar al escucha, es un antecedente claro y directo de lo que después el músico avant-garde británico Brian Eno llamaría música ambient —la cual Eno bautizaría de manera oficial con su álbum Ambient 1: Music for Airports (1978).

Los años siguientes, Raymond Scott los dedicó a la experimentación electrónica y a la invención de nuevos instrumentos. En 1971, fue nombrado jefe de la sección de experimentación e investigación electrónica en Motown Records. Su última composición fue “Beautiful Little Butterfly” (1986), y murió ocho años después. Su música permanecería hoy en el olvido a no ser por Irwin Chusid, quien lo “redescubrió” y lo catapultó a la fama con el álbum recopilatorio “Reckless Nights and Turkish Twilights”, el cual suena mientras termino de escribir estas líneas.

Hasta el próximo Café sonoro.

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