Nos ocurrió a todos cuando niños, y seguramente les ocurrirá a las generaciones posteriores: nos sentamos a ver un dibujo animado —antes, en la TV; ahora en cualquier dispositivo móvil— y aparece una escena violenta o de naturaleza sexual. Al instante, nuestros padres nos preguntan qué rayos estamos viendo, apagan de golpe el aparato y llegan incluso a prohibirnos ver “esa cosa”.
Esa anécdota familiar cotidiana pudo haber sido el primer contacto que tuvimos con la censura en la animación, pero a lo largo de la historia de los medios audiovisuales muchos dibujos animados han sido censurados por los mismos productores, por un público mojigato o porque su historia no comulgaba con los valores de la productora o la empresa. Como leeremos enseguida, algunos casos han sido comprensibles, pero otros fueron francamente absurdos…
“Censored Eleven”
Si hay una productora, además de Disney, que marcó las infancias de casi todas las generaciones vivas, esa es Warner Brothers, la casa de Bugs Bunny, “el Conejo de la Suerte”: los Looney Tunes y las Merrie Melodies, con su característica tonada, nos remiten a la infancia con Porky Pig diciendo: “¡Eso es to… eso es to… eso es to-to-todo, amigos!”. Lo que quizá muchos desconozcan es que, como toda familia, tiene esqueletos encerrados en el armario para no avergonzar a los demás.
En los inicios de la animación, las secuencias discriminatorias y racistas se dejaban pasar sin más; ni de lejos existían la conciencia y el respeto que, con trabajos, van surgiendo hoy en día. Con el paso del tiempo, algunas de estas escenas se cortaron, pero otras eran imposibles de editar, pues había elementos políticamente incorrectos casi a cada momento. A esos cortos animados la Warner los conoce como los “Censored Eleven”.
Estos cortos se produjeron en las décadas de 1930 y 1940, y no se han proyectado ni comercializado desde los años sesenta, cuando empezaron los movimientos sociales en pro de los derechos humanos. En uno de ellos, un cazador se encuentra con una tribu africana y en otro, Bugs Bunny es perseguido por un hombre de color con todos los estereotipos negativos que se le puedan adjudicar. ¿Deben salir a la luz para conocer completa la historia de la animación y ser vistos con una perspectiva sociológica e histórica? ¡La polémica está servida!
El anime, ¡siempre el anime!
Hoy en día, el anime —conocido entre la gente como “animación japonesa”— goza de gran popularidad y hasta hay plataformas de streaming dedicadas a él. Pero en la década de 1990, en México se vivió una gran cacería de brujas de los pobres otakus que gustaban de esas historias, en parte debido al programa “Hablemos claro” de Lolita de la Vega, quien junto con panelistas cristianos pintó al anime como “un producto diseñado por Lucifer para pervertir a la niñez mexicana”.
Actualmente podemos ver Ranma ½ , Dragon Ball o Sailor Moon sin problema, pero en esa década animes como Neon Genesis: Evangelion sólo se podían conseguir en tianguis, en VHS piratas. La censura usó argumentos como afirmar que “Pikachu” significa una blasfemia, y en otros casos se trató de un choque cultural, pues para el público mexicano los villanos con referencias cristianas —en este caso, ángeles— resultan ofensivos, mientras que en Japón son irrelevantes.
Cuestión de enfoques
Otros casos de censura o de limitación en la distribución de series animadas han sido por motivos culturales. Por ejemplo, las queridas Tortugas Ninja, cuyo nombre original es Teenage Mutant Ninja Turtles, en el Reino Unido fueron cambiadas a “héroes”, pues se consideró que la palabra “ninja” exaltaba la violencia.
Por otro lado, la irreverente serie South Park no ha estado exenta de polémica, pues se burla de casi cualquier cosa respetable o sagrada. En 2010, un capítulo que no se transmitió en México mostró al entonces presidente Felipe Calderón al lado de la bandera de México; el argumento para la censura fue el respeto a nuestros símbolos patrios, pero la imagen —que se puede encontrar fácilmente en la red—, por muy patriota que uno sea, no se puede negar que es desternillante.
En ocasiones, la historia que se va a crear se analiza desde el guion y desde ahí se decide que no saldrá a la luz; en otras, los temas escabrosos quedan sutilmente sugeridos. Y el vigilante de Gotham City ha sido protagonista de ambos casos.
La historia del arma
Batman: The Animated Series ha sido una de las mejores aproximaciones a la figura del Hombre Murciélago. Muchos aspectos la hacían única, pero uno que destacaba era sus excelentes guiones: tenían tramas que eran muy apreciadas por los niños pero que además incluían sutiles guiños que los adultos comprendían, gracias a uno de sus escritores más talentosos, Paul Dini.
Pero un caso especial simplemente se quedó en el tintero: el episodio “The One And Only Gun Story”, creado por Tom Ruegger, cuya trama giraba en torno a la pistola con que se asesinó a los padres de Batman y cómo ésta pasa de mano en mano hasta llegar al fatídico momento. El guion se consideró demasiado oscuro para el público infantil y juvenil, y hasta hoy no ha salido del papel.
Lo cierto es que, en más de una ocasión, el equipo creativo de la serie supo sugerir temáticas polémicas. Un ejemplo fue el episodio “Nunca es demasiado tarde”, de septiembre de 1992, que resuelve muy bien el asunto de las guerras de grupos del crimen organizado y el tráfico de sustancias ilícitas, cuando el hijo del mafioso Arnold Stromwell termina en una clínica de desintoxicación debido al consumo de drogas que sus mismos hombres le vendieron.
Sin duda, la creatividad y la inspiración sabrán siempre como esquivar la censura…