Si hay un escritor extremadamente prolífico, con una base de fans que compra y lee casi cualquier texto que publique, que se ha convertido en una celebridad y que despierta odios y amores por igual, es sin duda el oriundo de Maine y “rey del terror” Stephen King. Desde la publicación de su novela Carrie en 1974, su permanencia en la lista de best-sellers es habitual y podría decirse que cada libro que publica vende millones de ejemplares.
Pero aunque ha obtenido reconocimientos tan importantes como el premio O. Henry por el cuento “El hombre del traje negro”, e incluso fue galardonado por Barack Obama con la Medalla Nacional de las Artes, siempre habrá un grupo de puristas intelectuales que lo aborrezcan por ser un autor de narrativa popular y por preocuparse más por la narración misma y el valor de sus personajes. A King estas críticas parecen no preocuparle mucho, pues él mismo ha dicho que sus libros son la versión literaria de una Big Mac.
Lo cierto es que, con decenas de novelas y cientos de relatos cortos publicados, su producción es irregular —hay trabajos excelentes y otros bastante olvidables—. Entre esta enorme colección de textos se pierden excelentes historias que no son apreciadas o valoradas lo suficiente. También hay que recordar que King ha creado auténticos íconos del género de terror moderno: el payaso Pennywise, el Hotel Overlook, Carrie, el auto Christine, el gato “Church” que emerge del cementerio de mascotas, Cujo el San Bernardo, y también otros que no son de terror pero son igualmente memorables, como los de La redención de Shawshank o La milla verde.
Pero, ¿cuáles serían las novelas de Stephen King más aterradoras y al mismo tiempo, menos populares? La respuesta no es sencilla y varía según el lector, sus gustos y su historia de vida. Por ejemplo, conversando con el destacado escritor Hilario Peña —creador de la saga del Detective Malasuerte y ganador del Premio Bellas Artes de Novela José Rubén Romero 2016—, amante de la obra de King, él diría que éstas son Maleficio, sobre un hombre con obesidad mórbida que por una maldición comienza a adelgazar aceleradamente,y La mitad siniestra, la historia de un escritor que firma novelas de crímenes con el seudónimo de George Stark y descubre que éste ha cobrado personalidad propia y empieza a matar sin piedad.
Por su parte, el joven poeta fresnillense Ezequiel Carlos Campos, ganador del Premio Nacional de la Juventud de Zacatecas y fanático de la obra del “rey del terror”, coincide en La mitad siniestra y añade Insomnia, una novela surrealista sobre ancianos y sueños, y Duma Key “donde una pintura se convierte un vínculo entre la realidad y la ficción, el terror y la salvación”, según Ezequiel.
A continuación cito las que, a mi juicio, son las tres novelas menos populares y más terroríficas de Stephen King. Mi condición de “lector constante” desde los 16 años me da autoridad para ello; como siempre, dos advertencias: la primera, que en gustos se rompen géneros, y la segunda, que quizá encuentres spoilers.
La tienda —Needfull Things— (1991)
La novela empieza en Castle Rock, el pueblo donde se desarrollan muchas de las novelas de King. Un día, llega ahí a vivir un anciano de nombre Leland Gaunt, quien abre una tienda de curiosidades llamada “Cosas necesarias”. Todo el que entra allí encuentra el objeto que más ha anhelado en su vida, ya sea una tarjeta de beisbol, un amuleto contra la artritis o un adorno para el coche; lo que sea que necesites, allí estará…
El problema es que Gaunt no te pedirá dinero a cambio, sino que le hagas una broma pesada a alguien del pueblo. Esto crea conflictos y despierta rencores entre los habitantes que hacen y los que reciben las bromas, y así la violencia empieza a escalar de forma impredecible, por lo que Gaunt empieza a vender armas para que “arreglen sus diferencias”. La maldad del comerciante queda clara cuando nos percatamos de que se trata del Señor de las Tinieblas, quien busca las almas inmortales de los residentes de Castle Rock.
Esta novela, maravillosamente parodiada en un capítulo de Rick y Morty, destaca porque plantea que la maldad está en el corazón de los seres humanos y que la obsesión y la avaricia sacan lo peor de de nosotros. El terror reside en los actos de las personas y lo sobrenatural es prácticamente mínimo en toda la obra.
La larga marcha —The Long Walk— (1979)
Escrita en su juventud y publicada con el seudónimo de Richard Bachman, es una historia de ciencia ficción —algo no muy usual en la producción de King— en la que Estados Unidos es gobernado por un régimen dictatorial y ultraconservador. “El Comandante”, como se le conoce al presidente, organiza una carrera anual: se trata de una caminata sin parar en la que todos los jóvenes pueden participar, siempre que no vayan a menos de 6 kilómetros por hora; si te detienes, recibes un aviso y al cuarto aviso eres acribillado por militares que te siguen en un vehículo.
En “La larga marcha” no hay vampiros, fantasmas o payasos malvados: el terror reside en un gobierno represor y en cómo manipula a los jóvenes para sus fines. También es una crítica al ejército, que está presente de forma omnisciente en toda la trama, listo para matar jovencitos. Si algo tiene de malo esta novela es que los diálogos incluyen comentarios racistas y misóginos, que hoy pueden resultar incómodos para la sensibilidad de algunas personas. Sin embargo, lo que King hace es plasmar cómo hablan los jóvenes varones entre ellos y esa naturalidad de los personajes es algo que siempre ha destacado al escritor.
El instituto —The Institute— (2019)
Los niños con poderes psíquicos son habituales en la obra de King. En este relato el protagonista es Luke Ellis, un pequeño con coeficiente intelectual altísimo y, además, con poderes de telepatía y telequinesis. Una noche, sus padres son asesinados a sangre fría y él es secuestrado por un equipo paramilitar para llevarlo a un lugar conocido como “El Instituto”. Allí encontrará encerrados a varios niños con las mismas habilidades y que han sufrido un destino idéntico: todos son rehenes y huérfanos. La directora del lugar, Mrs. Sigsby, es una mujer cruel que no tiene reparos en humillar y torturar a los pequeños.
A medida que avanza la historia nos enteramos de que, mediante la precognición y la telequinesis, el Instituto usa los poderes de los niños para asesinar a distancia a personas que pueden causar desastres o guerras mundiales, ya sean políticos, líderes religiosos o empresarios. Lo aterrador de El Instituto son sus interrogantes: ¿vale la pena una muerte para salvar miles de vidas? ¿Existen seres humanos que merecen ser asesinados? ¿Hasta qué punto es justificable arruinar la vida de un un niño para rescatar a millones de ellos?
Sin duda alguna, no existe la mejor novela de Stephen King, ni tampoco la peor. Cada quien tiene su favorita y no hace falta pactar con el Diablo, caminar sin parar o leer la mente para saberlo…